Radio Nacional de España




domingo, 6 de mayo de 2007

¿La comunicación pública puede proteger a las víctimas?

Revista Internacional de la Cruz Roja por Roland Huguenin-Benjamin

El fenómeno de la cobertura de los acontecimientos mundiales las 24 horas del día sin duda ha conllevado la dificultad, para los periodistas, de mantenerse fieles a la deontología de su profesión. Paralelamente, las organizaciones humanitarias se esfuerzan por defender el concepto de acción independiente y neutral en conflictos armados que tienen repercusiones mundiales. Quienes tienen que informar sobre situaciones cada vez más complejas en zonas de guerra o tratar de aliviar el sufrimiento de las víctimas suelen afrontar esos dilemas morales. Basándose en ejemplos de conflictos recientes, el autor de este artículo se pregunta cómo los periodistas y las organizaciones humanitarias pueden contribuir a salvar vidas.

Prólogo: un triángulo cambiante

En una época, los reporteros de guerra acostumbraban pedir información en las oficinas del CICR en el terreno, pues los delegados y los colaboradores de la Cruz Roja interactuaban más estrechamente con las comunidades locales y, por ende, conocían mejor la dinámica de los conflictos. Esa suposición se basaba en que el personal del CICR permanecía por más tiempo que los reporteros de guerra en zonas alejadas, simplemente porque la naturaleza de sus tareas respectivas es totalmente diferente.

A fin de ser reconocidos como intermediarios neutrales en tiempo de conflicto, los delegados del CICR tienen que construir una red de relaciones de trabajo con todas las partes. Los fundamentos de esa "diplomacia sobre el terreno" son tres: recordar a las partes beligerantes que la guerra tiene límites; disuadirlas de cometer violaciones del derecho internacional humanitario; y prestar ayuda humanitaria en forma segura cada vez que se la necesite.


La mayoría de los reporteros estaría de acuerdo con la ética que sostiene estos nobles ideales, pero la práctica del periodismo se basa en una razón de ser diferente. El periodismo es un servicio a la sociedad, y su función es investigar los hechos e informar al público. No es abogar por la causa de las víctimas o promover el derecho internacional. En 1921, C. P. Scott, redactor del periódico The Guardian, escribió: "La tarea principal de un periódico es recabar noticias. Para preservar su mera existencia, debe velar por no teñir la información que proporciona" [1].

Sin duda, se ha vuelto más difícil guardar fidelidad a la deontología de la profesión periodística, desde que los medios de información globales cubren los acontecimientos mundiales las 24 horas del día. Paralelamente, la capacidad del CICR de actuar como intermediario neutral en conflictos que tienen repercusiones globales también resulta afectada, por lo que la Institución se esfuerza por mantener la credibilidad que la convierte en una fuente de información confiable para los medios de información.

En este artículo, nos proponemos examinar algunos aspectos de la dinámica que influye en la relación entre tres actores cruciales: las partes en conflicto, los medios de información y el CICR como guardián de los Convenios de Ginebra. Si se trazara una línea entre estos tres actores tal como se posicionan hoy en día, el triángulo resultante sería muy diferente del que se habría trazado en la época poscolonial. Las reglas de geometría no han cambiado, pero sí la posición de los vértices.

Cada extremo del triángulo tiene un sistema de valores propio, pero ninguno tiene prerrogativas totalmente particulares: los intereses políticos o la ideología de los Gobiernos que participan en conflictos armados están relacionados necesariamente con la opinión pública; el código ético de los periodistas está abierto al juicio público; y los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional.

Conflictos en primera plana

En 1967, en el libro "Los ángeles del infierno: una extraña y terrible saga", Hunter S. Thompson escribió: "La diferencia entre los Ángeles del Infierno en los periódicos y los Ángeles del Infierno en la realidad es suficiente como para que uno se pregunte cuál es la finalidad de la prensa" [2]. En realidad, cuestionaba la capacidad del periodismo tradicional que comunica "sólo los hechos" de dar cuenta de los impresionantes cambios sociales y culturales de los años sesenta, es decir la guerra de Vietnam, asesinatos por motivos políticos, rock and roll, drogas, el movimiento hippie, etc. Los años sesenta y setenta fueron testigo del surgimiento de nuevos métodos de investigación e información en la prensa escrita estadounidense, lo que constituyó uno de los cambios más importantes que se produjeron en el periodismo antes del surgimiento de la era Internet.

Investigar sobre el tema de una pandilla de motociclistas rebeldes y fuera de la ley en la California de los años sesenta significó traspasar la esfera del periodismo tradicional. Al realizar entrevistas directas con los Ángeles del Infierno, Thompson cuestionó varios de los supuestos en que se basaban las actividades de mantenimiento del orden en esos días. Por más valiente que ello haya sido, no se compara con el desafío actual de informar sobre la insurgencia en Irak.

Un general de cuatro estrellas retirado, que conocía sobre la guerra urbana que se libraba en Bagdad y otras ciudades de Irak, reconoció recientemente ante la revista Time: "Somos buenos para combatir contra ejércitos, pero no sabemos cómo librar este tipo de enfrentamientos, no tenemos suficientes analistas de inteligencia que se dediquen a este problema" [3]. A la luz de esta difícil situación, poco sorprende que contar la historia desde Irak haya costado el mayor número de periodistas muertos en situaciones de conflicto hasta el presente (72 desde 2003, incluidos 37 iraquíes). Los reporteros extranjeros en Bagdad tienen que quedarse confinados en sus oficinas de alta seguridad la mayor parte del tiempo y sólo se atreven a salir con otra identidad o con protección reforzada, mientras que "los periodistas iraquíes no pueden acceder al privilegio de los coches veloces y los guardaespaldas y, por lo general, tienen casa y familia en la zona. La guerra en Irak es la historia más grande hoy en todo el mundo, y los fotógrafos, camarógrafos y reporteros iraquíes están bajo la presión de sus jefes, y la propia, para brindar una información que es cada vez es más difícil proporcionar" [4].

Incluso antes de la guerra del Golfo, en 1991, no cabía duda de que el CICR no podría permanecer ajeno a las evoluciones de la industria de los medios de información y que la cobertura las 24 horas del día de crisis de envergadura tendría consecuencias para su modus operandi. Le tomó cierto tiempo al CICR adaptarse a esas evoluciones, pero poco a poco tuvo que reconsiderar su antigua política de discreción con respecto a los medios. En los dos últimos decenios, el CICR tuvo que construir una red de encargados de relaciones con los medios (delegados de comunicación, en la jerga del CICR) e integrarlos en todas sus operaciones a nivel mundial.

Tras el escándalo causado por los malos tratos de que fueron objeto algunos detenidos en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak, por personal penitenciario de Estados Unidos, el concepto de confidencialidad de los informes que efectúa el CICR fue examinado públicamente. Se puso en duda lo que antes se daba por sentado, es decir que el principal objetivo de la modalidad de trabajo propia del CICR es beneficiar a los detenidos. Si bien los voceros del CICR poco podían decir para aplacar a las multitudes enfurecidas sobre el terreno, era fundamental llegar hasta los medios de información para hacer responsables a las autoridades detenedoras y preservar los derechos fundamentales de los detenidos. Un ejercicio de diplomacia, tal vez, pero que el CICR no podía eludir en el mundo mediático global de la actualidad.

Conflictos olvidados

Los planisferios que se hacían en el siglo diecinueve mostraban algunos espacios en blanco que indicaban territorios desconocidos, hasta que los exploradores y aventureros llegaran a poner banderas en las zonas más remotas y ayudaran a completar esos espacios. En la era de la comunicación global, la red Internet entrecruza los continentes, y gracias a la tecnología satelital es posible transmitir en cualquier punto del planeta. Pero, en el siglo veintiuno, el mapa de África sigue teniendo muchos espacios en blanco para los medios internacionales que tratan de "cubrir" más de cincuenta países desde una o dos oficinas.

Ello plantea la cuestión de la responsabilidad en el ejercicio de la profesión, tanto de los periodistas como de los actores humanitarios. ¿A quién corresponde la obligación de investigar temas como los conflictos, las epidemias y las hambrunas, y alertar sobre posibles catástrofes a la comunidad internacional, antes de que hayan producido todos sus efectos? ¿Corresponde a las organizaciones humanitarias o a los medios de comunicación dar la alarma y llamar la atención sobre situaciones de emergencia?

En agosto de 2005, John Birt, director general saliente de la BBC, dio la conferencia MacTaggart en Edimburgo. Consideró que "en Gran Bretaña, la radio y la televisión, así como la prensa escrita, al igual que el Parlamento mismo, cumplen una tarea sumamente importante: que quienes están en el poder se responsabilicen cada día de aquello que manifiestamente está mal". Luego dijo: "Pero nuestros medios son menos idóneos en algo que es, cuando menos, igualmente importante: presionar a los gobiernos para que hagan lo correcto, diagnosticar las causas profundas de nuestros problemas, muchos de los cuales se han gestado durante decenios, e identificar y elaborar soluciones sólidas y perdurables para esos problemas" [5].

La misma afirmación puede aplicarse a temas de política internacional, en la medida en que las crisis humanitarias a menudo no se ven hasta que realmente estallan, con consecuencias fatales. El estallido del conflicto en Darfur es un ejemplo elocuente, al igual que la hambruna en Níger, en el verano de 2005. Muchas otras situaciones podrían citarse, y los organismos humanitarios, incluido el CICR, han acuñado el término "conflictos olvidados" para describir las catástrofes provocadas por el hombre en lugares remotos del planeta.

¿Existe la posibilidad de que eventualmente se produzca un cambio, con el surgimiento del periodismo ciudadano y el número creciente de "bloggers" (cronistas en línea) que proporcionan historias de vida directamente desde zonas de guerra donde es posible conectarse a Internet? Salam Pax fue un fenómeno durante la invasión de Irak, en la primavera de 2003, porque se convirtió en la voz del pueblo bagdadí. ¿Debe concluirse entonces que los "bloggers" pueden influir en los programas políticos de los Gobiernos o que pueden forzar el ingreso de una historia en los principales medios de información?

El 26 de diciembre de 2004, la BBC se encontró sobrepasada por los más de cincuenta mil mensajes de texto enviados por personas que habían sobrevivido al maremoto en el sudeste asiático. No había manera de revisar ese material y utilizarlo para la cobertura inmediata del hecho. Éste tomó al mundo desprevenido, y los reporteros sólo podían ir hasta el lugar para hacer una cobertura mediática después de la catástrofe. Las redes de medios establecidos rápidamente hicieron el relevo de la multitud de mensajes privados y demostraron que el periodismo informativo requiere un nivel de profesionalismo que va más allá del mero hecho de tomar una fotografía de un acontecimiento del que uno es testigo por casualidad.

Tras las explosiones que conmocionaron el centro de Londres el 7 de julio de 2005, no hubo una afluencia visible de periodismo ciudadano en el Reino Unido, sobre todo porque los medios británicos son muy diversos y procuran responder a prácticamente todas las necesidades de información imaginables del público.

La situación es totalmente diferente en Corea del Sur, donde surgió el fenómeno del periodismo ciudadano, el año 2000, cuando un periodista frustrado, Oh Yeon Ho, lanzó una plataforma que ahora recibe contribuciones de decenas de miles de personas. El sitio Ohmynews publica historias sobre una amplia gama de temas, incluidos comentarios sobre cuestiones de actualidad, como las hostilidades en Irak. Esta experiencia coreana no ha sido la única. Existen numerosos sitios en todo el mundo que tratan de superar las limitaciones inherentes a las páginas de "bloggers" usuales, haciendo una revisión profesional de las contribuciones antes de publicarlas en línea.

"Estos sitios están cambiando la naturaleza de las noticias", dijo Elizabeth Lee, quien lanzó iTalkNews. "En general, las noticias pasan desde arriba hacia abajo. Queremos noticias que vengan de la gente, hacia arriba. Nuestro método es una manera de dar noticias mucho más sensibles a las actitudes y preocupaciones del mundo real" [6].

Según la profesora Mary Kaldor, de la London School of Economics, "la sociedad civil global es una plataforma habitada por activistas (o posmarxistas), ONG y neoliberales, así como por grupos nacionales y religiosos, donde debaten, abogan por (o en contra de), negocian, o presionan para lograr los acuerdos que moldean la evolución global (...). El surgimiento de este fenómeno hace que el término "relaciones internacionales" se vuelva mucho menos apropiado" [7].

Con ese telón de fondo de sucesos mundiales que cambian rápidamente, los medios de información establecidos están muy conscientes de la urgencia de reafirmar su misión y estar en condiciones de responder a las expectativas de públicos versátiles. En abril de 2005, Rupert Murdoch dijo que "los jóvenes no quieren depender del periódico matutino para mantenerse informados. No quieren depender de una figura divina que les diga, desde arriba, qué es importante" [8]. La gran dama de los medios mundiales, la respetable BBC, está considerando impartir formación a periodistas ciudadanos, tras los informes de los sobrevivientes al maremoto ocurrido en el sudeste asiático, en 2004.

Es cierto que los nuevos medios de comunicación han cambiado el panorama, pero ha de reconocerse que el acceso a Internet dista de ser universal. En muchos conflictos armados locales, las víctimas por lo general pertenecen a segmentos de la sociedad privados de sus derechos, viven en zonas aisladas y no tienen acceso al teléfono, mucho menos a la computadora.

Y, además, la brecha tecnológica puede no ser el principal obstáculo al flujo de información entre comunidades desfavorecidas en África, América Latina o Asia, y las redes mediáticas globales. Las restricciones editoriales en la sala de redacción son el verdadero terreno de prueba para el periodista que ha sido testigo de hechos terribles en un lugar del planeta que no es prioritario para su editor. Si bien la cólera de un reportero que llama desde el escenario donde se cometen atrocidades puede ser, a veces, unidimensional, corresponde al editor ponerla en perspectiva, y no dejarla de lado. Por desgracia, el truismo de la sala de redacción estadounidense sigue siendo escandalosamente cierto hoy en día: "Un bombero muerto en Brooklyn vale cinco policías ingleses, que a su vez valen 50 árabes, que a su vez valen 500 africanos".

¿Acaso el idealista humanitario que trabaja duramente en un desolado campamento de refugiados, el delegado del CICR que se esfuerza por entregar material médico a un hospital de emergencia sumergido en la sangre de las víctimas de bombardeos, están en una mejor posición para alzar la voz y hacerse oír "en un mundo de comunicación en que la norma es mantener sin interrupciones un flujo de informaciones instantáneas? [9]".

¿Crisis en los medios?

En una conferencia que dio en Melbourne, en octubre de 2004, David Hare, el autor de "Stuff Happens", una obra sobre el proceso diplomático que desembocó en la invasión de Irak, sostuvo:

"Todos sabemos que la televisión y los periódicos, sin lugar a dudas, nos han desilusionado, y a tal punto que ello no parece poder repararse, por su cobertura trivial y parcial de temas cruciales de guerra y paz. (...) Las excusas expresadas en la primera plana de algunos de los periódicos estadounidenses más respetables, en las que reconocían cierta ingenuidad profesional, difícilmente sean apropiadas..."

La inédita cantidad de ataques contra los medios en los últimos años ha desencadenado una ola de artículos y comentarios introspectivos en los principales periódicos, lo que demuestra que existe una preocupación generalizada sobre los medios, tanto entre los periodistas, como en la sociedad en general. Alan Rusbridger, redactor jefe de The Guardian, la resume de esta manera: "una confluencia de técnicas de presentación, una sensación de que las fuerzas del mercado determinan cada vez más los contenidos, y un sentimiento generalizado de que los periódicos no están cumpliendo su obligación de representar fielmente la complejidad de algunos de los temas más importantes" [10].

Si hay una crisis, puede deberse tanto a una brecha generacional, como a intereses nacionales. Están los periodistas que recuerdan los días en que pensaban que podían aportar una diferencia y genuinamente creían en la independencia de los medios, y hay un nuevo ambiente mediático que ellos no reconocen. "Ya no entiendo este ámbito", dice Seymour Hersh, "es como si se diera el mismo peso a todas las palabras" [11]. En cuanto a los intereses nacionales, el surgimiento de redes mediáticas globales en los principales idiomas ha provocado una "parroquialización" de los públicos, ya que cada uno puede conectarse a la cadena de noticias que represente la cultura que reconoce como propia, sea al Jazeera o Fox News, o alguna intermedia. Los principales conglomerados mediáticos pueden no tener necesariamente un punto de vista político específico sobre cada tema mundial, pero sus acciones, guiadas por un interés comercial, apuntan a sostener un entorno empresarial amigable, y no a cuestionar las políticas gubernamentales sobre temas de justicia y supervivencia en el mundo en desarrollo.

Ahora parece que los servicios de radio y televisión públicos, cuando existen, tienen que librar una ardua batalla para mantener sus criterios ante los intereses corporativos de las redes globales. Helen Boaden, directora de BBC News, dijo recientemente que tenía una idea clara de lo que espera de BBC News, especialmente de su servicio de información permanente. "Creo que lo importante para News 24 es ser el primero y dar información fidedigna y confiable. Para los servicios que brindan noticias las 24 horas del día, el peligro es convertirse en un servicio permanente de rumores y especulaciones. Eso es exactamente lo que no queremos para News 24" [12].

Cuando tiene que informar sobre un conflicto armado con mucha repercusión en los medios, un sistema de noticias permanente rápidamente se halla ante el problema de sostener su propio ritmo de "noticias de último minuto" para mantenerse a la par de la competencia. Y tiene que hacerlo con el riesgo de dar una representación equivocada de lo que realmente está sucediendo sobre el terreno. La ofensiva contra Irak en la primavera de 2003 fue el epítome del frenesí mediático mundial. Recuerdo ocasiones en que, oficiando como vocero del CICR en Bagdad, los periodistas me preguntaban, en entrevistas por teléfono satelital: "¿Cuál es la escena más atroz que ha visto en las últimas horas?"

El problema con este tipo de comunicación es que las declaraciones se utilizan luego como cuña de audio. El lenguaje se vuelve estereotipado, y se corre el riesgo de representar la realidad erróneamente, porque todo lo que uno dice va a terminar siendo repetido como cuña de audio. Cada palabra cuenta, lo que anula cualquier intento de poner el asunto en perspectiva y dar un sentido a los acontecimientos a medida que tienen lugar.

¿El CICR tiene la lengua trabada?


Verba volant scripta manent, creían los romanos. Las palabras vuelan, los escritos quedan. En el entorno mediático actual, pareciera que tanto las palabras como los escritos vuelan y pueden dar ciertos giros de los que una institución como el CICR permanentemente trata de resguardarse.

El nudo gordiano de la misión del CICR se origina en el cometido doble que le ha sido asignado en los Convenios de Ginebra. Por un lado, el CICR debe velar por el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario; por otro lado, debe proteger a los prisioneros de guerra y a las otras personas que tienen derecho a recibir protección en virtud de ese derecho. Por ello, suele hallarse en la delicada situación de tener que limitarse a hacer gestiones confidenciales ante una parte en un conflicto armado que no respeta el derecho y eludir las preguntas que le formulen los medios.

Una nota sobre medios de comunicación que no hace mucho tiempo hizo circular internamente una delegación del CICR ilustra esa posición casi insostenible. Subraya que, si bien es deseable que la operación que el CICR realiza en el país X tenga visibilidad en los medios internacionales, el proceso para lograr esa visibilidad puede no serlo, sobre todo cuando la presencia de equipos de periodistas junto al CICR es contraria a la imagen y la identidad que la Institución quiere reflejar dentro del país, identidad que es fundamental para los requisitos operacionales de aceptación, acceso y seguridad.

Los delegados del CICR instalan campamentos en zonas afectadas por guerras y prestan ayuda a las víctimas. Paralelamente, se esfuerzan por interceder ante las partes beligerantes, con la esperanza de evitar sufrimientos innecesarios a las personas protegidas por los Convenios de Ginebra, es decir los prisioneros de guerra y las personas civiles que no participan en las hostilidades. La marca distintiva del CICR siempre ha sido la neutralidad y la imparcialidad, pero esos conceptos están abiertos a la interpretación de las partes en conflicto. En muchos casos, las partes toleran la presencia de delegados del CICR en el terreno, y sobre todo en lugares de detención, sólo con la condición de que el CICR no publique sus observaciones ni sus comentarios sobre la conducción de las hostilidades.

El conflicto en ex Yugoslavia, con su retahíla de horrores perpetrados entre 1992 y 1995 en Bosnia, y sobre todo la masacre de Srebrenica, puso en el candelero los principios del derecho internacional humanitario. La inobservancia deliberada, por las partes beligerantes, de las disposiciones específicas de los Convenios de Ginebra tuvo la consecuencia imprevista de alertar a los reporteros sobre la necesidad de informar acerca de las violaciones del derecho internacional humanitario. El llamamiento más fuerte por el respeto del tercer Convenio de Ginebra tal vez haya sido la publicación, en la primera plana de periódicos de todo el mundo, de las tristemente célebres fotografías de prisioneros de guerra en estado de inanición. Sin duda, ello superó la capacidad del CICR de hacer gestiones en pos de la protección de los detenidos.

Dilema común

En ese aspecto, el CICR y los medios afrontan, aunque desde lugares diferentes, el mismo reto: explorar los límites de su enfoque metodológico respectivo. Para el CICR, ello significa tener que decidir, por lo general caso por caso, cuáles serían las ventajas y las desventajas de hacer una declaración pública sobre una situación dada. ¿Existe alguna razón para creer que la difícil situación de un grupo de personas puede mejorar significativamente –y que a veces pueden salvarse vidas– mediante una declaración oficial o un llamamiento que los medios harían circular? ¿Esa medida necesariamente conllevaría el fin de la presencia y las actividades del CICR en el territorio de la parte incriminada?

Corresponderá a los medios de comunicación determinar si los periodistas tienen la responsabilidad de informar sobre conflictos armados haciendo referencia a qué constituye una violación del derecho internacional humanitario y, en caso afirmativo, cómo deberían hacer esa referencia. ¿Los periodistas deberían informar sobre las circunstancias de la perpetración de un acto de guerra ilícito del mismo modo que cubrirían la investigación de un crimen común? ¿O el papel de los periodistas consiste más bien en hacer hincapié en los principios de derecho humanitario, denunciar las violaciones de ese derecho, hablar en favor de las víctimas, promover la paz? El cambio puede ser gradual, pero lógicamente transforma a los periodistas en defensores y militantes de una causa.

El periodismo cívico ha sido un concepto debatible desde finales de la Guerra Fría; cabe recordar que históricamente ha sido un tipo de periodismo empleado en ambos lados de la cortina de hierro en apoyo de programas políticos diametralmente opuestos. Los funcionarios soviéticos lo utilizaban para dar legitimidad a su control de la prensa, mientras que los programas de radio auspiciados por Estados Unidos lo utilizaban para traspasar las fronteras y promocionar el proyecto liberal en el bloque del este.

La intensificación de la campaña militar para derrocar el régimen iraquí es un ejemplo más reciente de los riesgos de la cobertura mediática parcializada. Las redes de televisión independientes, como Fox News, adoptaron una línea clara a favor de la guerra, mientras que al Jazeera sostuvo al Ministro iraquí de Información, sin cuestionamientos, hasta las últimas horas antes de la caída de Bagdad.

Ello estaba en claro contraste con el código de conducta profesional, que estipula que "las decisiones sólo se toman por buenas razones editoriales, no como resultado de presiones indebidas, sea por intereses políticos, comerciales o especiales" [13]. Algunos medios pueden haber caído en la tentación de satisfacer las expectativas chauvinistas de su público, pero para otros la guerra en Irak fue una prueba decisiva sobre la independencia para tomar decisiones editoriales. La BBC ha tenido que luchar a través de una serie de comisiones de encuesta para poder seguir siendo fiel a su propio compromiso de integridad.

De conformidad con su neutralidad, el CICR no se pronuncia con respecto a las razones por las cuales las naciones o las facciones deciden enfrentarse en una guerra. No puede hacer comentarios sobre la legitimidad de un discurso político en comparación con otro, pero recuerda a los Gobiernos y sus fuerzas armadas la obligación que tienen de aplicar reglas de enfrentamiento compatibles con las disposiciones del derecho internacional humanitario. Antes del estallido de las hostilidades en Irak, en marzo de 2003, el CICR hizo gestiones ante los Gobiernos de todos los países de la coalición y el Gobierno de Irak. Hizo pública esa acción, y los periódicos Financial Times y Le Monde aceptaron publicar un editorial firmado por el director general del CICR.

Hasta aquí, todo bien. Existe una similitud entre la neutralidad del CICR y la integridad y la independencia editorial de los medios. En cuanto a ideales, tanto la prensa como los organismos humanitarios tienen libertad para decidir por sí mismos el papel que eligen cumplir como agentes independientes. La prueba de realidad se presenta bajo la forma de un dilema moral con el que tropiezan cuando tratan de actuar profesionalmente en medio de situaciones de emergencia cada vez más complejas en zonas de guerra.

A veces, los reporteros de guerra pueden percibir que los delegados del CICR en el terreno son excesivamente discretos, pero quienes tienen larga experiencia como reporteros de guerra en general valoran la plena fiabilidad del CICR como fuente de información. En la relación entre un organismo humanitario independiente, como el CICR, y los medios independientes, ninguna de las partes debe intentar utilizar a la otra. Por el contrario, si ambos afrontan el mismo dilema, sin duda existen maneras de que compartan parcialmente las soluciones.

En los años setenta y ochenta, al CICR le tomó cierto tiempo deshacerse de su sospecha institucionalizada con respecto a los medios de comunicación. Ahora ha tomado plena conciencia del potencial que éstos tienen para influir en la opinión pública y, en última instancia, en las decisiones de los estrategas y los políticos durante los conflictos armados. La cobertura de un ataque de mortero contra un mercado de Sarajevo, en febrero de 1994, tuvo un papel clave para lograr que el ultimátum de la OTAN de poner término al bombardeo de la ciudad se hiciera efectivo. El corresponsal de la BBC Martin Bell habló entonces de un periodismo de "apego" y dijo que los periodistas "habían sido llevados hacia esa guerra como algo más que testigos y cronistas. También participaban en ella" [14].

De modo que los periodistas pueden ser socios en la acción humanitaria, cuando informan adecuadamente sobre actos de guerra; por ejemplo, haciendo responsables a las partes en conflicto, con arreglo a los artículos específicos de los Convenios de Ginebra. No deben abandonar su objetividad e integridad al hacerlo. Tan sólo necesitan conocer el significado, desde el punto de vista del derecho internacional humanitario, de los hechos que informan. Muchos periodistas han aprendido esta lección por sí mismos, leyendo los Convenios de Ginebra en largas noches pasadas en refugios contra bombardeos, en Sarajevo.

Diez años más tarde, el mundo ha cambiado, y una nueva declaración de las Naciones Unidas sobre "La responsabilidad de proteger" abre nuevas perspectivas. Unos 191 países han acordado reafirmar el derecho internacional, es decir que la comunidad mundial tiene derecho a iniciar acciones militares, en caso de que "las autoridades nacionales manifiestamente no garanticen la protección de su población contra el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes contra la humanidad". Ello no borrará la memoria de lo acaecido en Bosnia y Rwanda, pero es un intento de evitar que se cometan tales atrocidades en el futuro.

Representaciones y percepciones

"Lo que más se desea ver y escuchar en los hogares es el relato mítico de la guerra. La realidad de las guerras es tan repulsiva y horrorosa, que si la viéramos, nos sería muy duro librarlas" [15].

La naturaleza ambivalente de esta hipótesis resume la compleja actitud de los medios y del público con respecto a la representación de la guerra. En una época en que los llamados "programas de telerrealidad" están invadiendo la televisión en todo el mundo, se ha debatido mucho acerca de la transmisión de imágenes que se consideran ofensivas.

Para conmemorar el sexagésimo aniversario del bombardeo nuclear contra Hiroshima, la BBC transmitió "un poderoso y perturbador documental dramatizado de 90 minutos" sobre lo que sucedió realmente, con relatos de testigos oculares, subtitulado original, infografías y reconstrucciones a escala real. El documental narra la historia de un trauma extremo: la ciencia, la política, la misión, la explosión, los incendios, los efectos residuales [16]. La distancia histórica con respecto a los acontecimientos permite al público mirar este tipo de producción como un mero documental y afrontarlo como tal: el fenómeno, con todo su horror, ya es pasado. El documental es informativo y podría ayudar a algunas de las personas directamente afectadas a hacer un cierre, aunque para la mayoría es demasiado tarde.

Las crudas imágenes de los rehenes decapitados en Irak tuvo el efecto opuesto. Euronews, por su parte, transmitió la terrible escena una vez y la retiró inmediatamente de sus boletines de noticias, cuando vio que había causado revulsión generalizada en el público. Hubo un debate durante semanas acerca de la naturaleza del tabú que hace que la transmisión de esas imágenes sea reprensible, aparte de su explotación política, ya que al Jazeera continuó utilizándolas por algún tiempo.

Cuando el Canal Cuatro del Reino Unido decidió abordar el tema de los malos tratos infligidos a los prisioneros en la Bahía de Guantánamo, adoptó el enfoque innovador de reclutar voluntarios dispuestos a ser detenidos incomunicados y someterse a interrogatorios rigurosos y otras técnicas que supuestamente se utilizaban en ese lugar de detención. En ese sentido, el documental no consistía en una mera actuación; era lo más real posible, dado que los voluntarios podían pedir detener el ejercicio, si sentían que habían llegado a su límite. Aparte de la violencia de la demostración (los voluntarios llegaron a pedir piedad), la transmisión de esas escenas plantea numerosas cuestiones en cuanto a la sensibilidad del público y la tendencia de los medios contemporáneos a aprovecharla.

Una vez más, ese programa podría haber hecho más que construir una opinión pública opuesta a la práctica de la tortura, que los comunicados de prensa oficiales del CICR o de otros organismos de derechos humanos. Sin embargo, este argumento pragmático y utilitario no significa necesariamente que esos programas estén exentos de todo cuestionamiento moral.

Queda por ver si este tipo de programas tiende, en el largo plazo, a insensibilizar al público sobre temas de violencia, destrucción y perpetración de violaciones graves de los derechos fundamentales en situaciones de conflicto. "Yahoo, en su primer gran paso hacia la transmisión de vídeos en línea, apuesta a que la guerra y los conflictos atraigan nuevos visitantes. Ahora ha contratado a Kevin Sites, un experimentado corresponsal de televisión, para que produzca un sitio Web multimedia que informará sobre las guerras en curso en todo el mundo. El señor Sites dijo que esperaba que los usuarios de Yahoo comprendieran que lo que estaba haciendo era diferente de los blogs de opinión masivos y otros sitios Web. "Somos una entidad periodística que trata de actuar con un grado de responsabilidad que no siempre se ve en Internet", dijo [17].

Como se dijo más arriba, los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional. Ni el CICR ni los periodistas tienen el monopolio de su interpretación, pero cada uno tiene una obligación específica de actuar ante quienes son responsables, en definitiva, de garantizar el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario.

La comunidad internacional ha encomendado al CICR que actúe como intermediario neutral entre las partes en conflictos armados y en favor de las personas protegidas por los Convenios de Ginebra. "Por su tradicional función de perro guardián, la prensa tiene la obligación de informar acerca del quebrantamiento de la ley, sobre todo si el infractor es un Estado o una institución financiada con dinero de los contribuyentes" [18].

La neutralidad activa por parte del CICR y la integridad editorial por parte de los medios de comunicación probablemente sean exigencias muy estrictas en los años venideros, pero ni el CICR ni los reporteros de guerra pueden permitirse ignorarlas.

Notas
[1] Frase citada por Alan Rusbridger, en la primera edición del nuevo formato berlinés de The Guardian, 9 de septiembre de 2005.
[2] Marc Weingarten, Who is Afraid of Tom Wolfe? How New Journalism Rewrote the World, Aurum Press, 2005.
[3] John Kleinwith, revista Time, 26 de septiembre de 2005.
[4] Ghaith Abdul-Ahad, "How can you establish a free media in such fear and anarchy", The Guardian, 26 de septiembre de 2005.
[5] The Guardian, 26 de agosto de 2005.
[6] David Mattin, "We are changing the nature of news", Media Guardian, 15 de agosto de 2005.
[7] Profesora Mary Kaldor, "The idea of global civil society", Martin Wight Memorial Lecture, Universidad de Essex, 31 de octubre de 2002.
[8] Maureen Dowd, "Smoke gets in our news", New York Times, 20 de abril de 2005.
[9] "This media tribe disfigures public life", discurso pronunciado por el Arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, en Lambeth Palace, 15 de junio de 2005.
[10] "This is not about name-calling, it is about scrutiny" (No se trata de poner nombres, se trata de hacer un examen minucioso.), comentaba Alan Rusbridger en The Media Guardian, 14 de marzo de 2005.
[11] Seymour Hersh, "Scoop", Times Literary Supplement, 9 de octubre de 2004.
[12] Matt Wells, "Have I got news for you", Media Guardian, 12 de septiembre de 2005.
[13] BBC Producer´s Guidelines, p. 7.
[14] Mark Thompson, Forging War: The Media in Serbia, Croatia, Bosnia and Herzegovina, artículo 19, The Bath Press, Avon, 1994.
[15] Chris Hedges, "On war", New York Review of Books, 16 de diciembre de 2004.
[16] Dart Centre for Journalism & Trauma, sitio Web visitado el 2 de septiembre de 2005.
[17] Saul Hansell, "Yahoo hires journalist to report on wars", New York Times, 12 de septiembre de 2005.
[18] Roy W. Gutman, "En el punto de mira: violaciones del derecho internacional humanitario - Cometido de los medios de comunicación", Revista Internacional de la Cruz Roja, diciembre de 1998, disponible en www.cicr.org/spa/revista.

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Los medios de comunicación bajo el fuego de la crítica: ficción y realidad en situaciones de guerra

Revista Internacional de la Cruz Roja por Christiane Eilders

En este artículo, se pasa revista a recientes observaciones sobre la calidad de las coberturas sobre la guerra, las condiciones en que se realizan, las políticas de información de las partes beligerantes y sus efectos. Basándose en la cobertura mediática alemana sobre la Guerra del Golfo de 1991, la guerra de Kosovo y la guerra de Irak en 2003, la autora examina tanto las deficiencias características de las coberturas sobre la guerra, así como las mejoras que se han logrado recientemente. Además, analiza las estrategias de control de la información y propone normas para la cobertura sobre la guerra.


En respuesta a las críticas de que fue objeto la cobertura mediática de la Guerra del Golfo de 1991, el jefe de redacción de uno de los principales diarios regionales de Alemania respondió lacónicamente: "No lo hicimos mucho peor que de costumbre" [1]. Esta respuesta se sitúa entre la resignación y la suficiencia, y dice mucho acerca de la distancia entre la idea y la realidad de la cobertura de la guerra. Algunos periodistas, como ese jefe de redacción, consideran que, de todos modos, aspirar a la verdad es una batalla perdida. El público no opina así.

Crisis de credibilidad de la cobertura de la guerra

Según muchos observadores, la cobertura realizada en Alemania sobre la Guerra del Golfo de 1991 sumió a los medios de comunicación en una grave crisis de credibilidad, a causa de numerosos casos de información errónea y al tratamiento carente de crítica que se hizo de las fuentes de información [2]. La cobertura de la guerra en Kosovo, igualmente carente de sentido crítico, profundizó la crisis y mostró la falta de capacidad de aprendizaje de los medios de comunicación [3]. En otros países, los medios también habían sido objeto de severas críticas por su cobertura de la guerra incluso antes de la guerra de Irak en 2003 [4], pero los observadores alemanes se mostraron especialmente firmes y francos en sus comentarios adversos sobre el desempeño de los medios. Así pues, Alemania es un buen ejemplo de cómo se percibe el problema.

En varios estudios sobre la cobertura alemana de la guerra en Kosovo [5], se acusó a los medios de haber publicado, sin previo examen minucioso, declaraciones e informaciones que, en parte, eran sistemáticamente erróneas, proporcionadas por miembros del sector político y de las fuerzas armadas. También se criticó que los medios no hubieran prestado atención a la controvertida cuestión de la legitimidad de la guerra. Mi propio análisis del contenido de los editoriales en los periódicos alemanes de primera línea confirmó que no hubo debate sobre la legitimidad y la conveniencia política de la misión militar [6]. Las opiniones vertidas no mostraban grandes variaciones, lo que reflejaba el consenso parlamentario general en torno de la aprobación de la guerra. Casi no se expresaban percepciones alternativas que pusieran en tela de juicio el carácter presuntamente inevitable de la misión. En su discurso, los medios se concentraron en los aspectos estratégicos de la guerra, y no plantearon cuestiones relativas a la legitimidad y a las consecuencias adversas de la intervención militar.

Lecciones de la guerra de Irak de 2003, y sus limitaciones

Después de otra guerra más en el Golfo (la región también fue escenario de la guerra entre Irán e Irak, librada de 1980 a 1988), la cobertura mediática alemana ha cambiado. Aunque determinar la verdad sigue siendo un desafío constante, ahora hay más probabilidades de que ese desafío se dé a conocer en el marco de la cobertura. El hecho de plantear el asunto de las condiciones de trabajo, de la censura y de los posibles intereses que subyacen a determinada información refuerza la credibilidad de la cobertura de la guerra; al mismo tiempo, el cuestionamiento de la información se ha transformado en una parte principal de la cobertura [7].

Durante un debate en panel, en el que participaban representantes de alto nivel de los principales medios alemanes, realizado en los primeros días de la guerra de Irak, los participantes demostraron estar muy satisfechos con su propio desempeño. Todos estaban convencidos de haber tratado la información en forma crítica, de manera extraordinaria, y de haber advertido pertinentemente al público que no se contaba con información comprobada. Los participantes se mostraron muy satisfechos consigo mismos y casi pudo oírse un suspiro de alivio, porque esta vez, la cobertura había salido airosa de un examen muy minucioso. De este modo, se repararon las importantes fallas que exhibieron tanto la cobertura mediática de la Guerra del Golfo de 1991 como, en particular, la de la guerra en Kosovo. Aparentemente, los medios habían aprendido a exponer, sin retaceos, los problemas de la información y de las fuentes de información. En caso de duda, ofrecían dos versiones de la verdad, sin omitir mencionar los intereses detrás de cada una.

En su deliberado intento por mejorar su desempeño durante la cobertura de la guerra de Irak, los medios también informaron sobre sí mismos. Además de sus informes sobre la guerra en sí, y en parte reemplazándolos, los medios informaban sobre sus condiciones de trabajo, su escepticismo en relación con ciertas fuentes de información, y la dificultad de obtener información correcta [8]. Por ende, durante la guerra en Irak observamos, entre otras cosas, un inédito nivel de introspección en los medios. En efecto, una encuesta sobre la cobertura televisiva revela que el 11% de los informes no se centra en la guerra o en los daños colaterales, sino en el cometido de los medios y la propaganda [9].

Además, en la misma encuesta se destacaron varias novedades positivas en la calidad de la cobertura de la guerra. Después de todo, cuando se habla de la capacidad de aprendizaje de los medios, el factor decisivo es la calidad de la cobertura. Así pues, en la cobertura de la guerra en Irak se usaron numerosas fuentes de información, incluidos tanto las partes beligerantes como los Estados limítrofes. En contraste, durante la Guerra del Golfo de 1991, la fuente predominante fue CNN. Esto demuestra que los medios sospechaban que algunas fuentes eran vehículos de propaganda y, en cada caso, estaban ansiosos por neutralizar esa información tendenciosa. Casi uno de cada diez informes se refería a la credibilidad de la fuente. Si se considera que gran parte de la cobertura contiene comentarios sobre conjeturas e incertidumbres, es evidente que se ha producido un cambio radical. Por ejemplo, el 80% de los comentarios de la presentadora Anne Will consistían en hipótesis y especulaciones sobre los factores subyacentes [10]. Contrariamente a lo que suele pensarse, ese enfoque de ningún modo indica una práctica periodística deficiente. El franco escepticismo sobre las fuentes de información refleja, sobre todo, la nueva calidad del periodismo de guerra.

Al comparar la cobertura alemana de las guerras en Kosovo e Irak, es necesario señalar otra diferencia. En líneas generales, los medios habían apoyado la guerra en Kosovo, pero reprobaron duramente la de Irak, cuya legitimidad fue ampliamente cuestionada entre los medios de comunicación alemanes. Los medios incluso adoptaron un tono moralizador y prestaron especial atención a las víctimas entre la población civil. El número de civiles muertos anunciado por el canal de televisión alemán ARD era aproximadamente el doble del que anunció el programa estadounidense ABC [11]. Los defensores de la guerra atacaban a ARD por rehusarse ingenuamente a ver la represión que reinaba en el régimen iraquí.

Sin embargo, esta nueva actitud crítica de los medios alemanes no puede atribuirse a una repentina popularización del pacifismo en Alemania, sino que refleja un mecanismo denominado la "teoría de la indexación" [12]. Dicha teoría postula que la autonomía de los medios es limitada, y que la cobertura de las guerras que realizan los medios se corresponde con la distribución de las opiniones en los parlamentos. Si un parlamento apoya unánimemente la guerra (como en el caso de la guerra en Kosovo), los medios también la apoyan. Si existe un consenso, no se expresan opiniones críticas y desaparecen las clásicas divisiones entre los medios de derecha y de izquierda. Si, por el contrario, un parlamento vota, al menos parcialmente, en contra de una guerra, como en el caso de la guerra en Irak, los medios también expresarán opiniones críticas [13]. Así pues, el consenso parlamentario se refleja en la opinión de los medios. De esto se desprende que el sistema mediático carece de la base fundamental que le permitiría desempeñar funciones de vigilancia y de crítica.

Estrategias de control de la información

Aunque es posible que los medios carezcan de autonomía y tiendan a seguir el consenso parlamentario, las partes beligerantes no pueden confiar en que los medios exhiban, automáticamente, una actitud de apoyo. Huelga decir que desarrollan en forma constante nuevas estrategias de control de la información, a fin de asegurarse de que los medios no socaven sus opiniones. Para las partes beligerantes, la percepción de la opinión pública acerca de los objetivos de la guerra y de la guerra en sí, es decir, la opinión pública sobre la guerra, es un recurso existencial) de la guerra moderna. En la actualidad, no puede emprenderse una guerra sin apoyo de la opinión pública. Cuanto menos Estados Unidos se apoyaba en sus aliados durante la intervención en Irak, tanto más procuraba convencer a su propio público de la necesidad de esa guerra [14]. Al hacerlo, la cobertura de los medios desempeña un papel decisivo. La opinión pública no sólo se expresa en los medios, sino que se produce y regula a través de ellos. Cuando se mantiene bajo control la cobertura mediática, es posible inclinar al público hacia la aprobación o el rechazo de la guerra.

Los círculos militares adujeron que la retirada de Estados Unidos de Vietnam se debió al hecho de que la cobertura mediática no se controló con suficiente rigor. El hecho de que el público estadounidense retirara su apoyo al Gobierno con respecto a la guerra se achacó a las imágenes de las víctimas civiles, de la inhumanidad de la guerra y de las víctimas estadounidenses. Aunque este razonamiento no puede comprobarse científicamente [15], condujo a un manejo muy creativo de nuevas formas de censura por parte de los militares [16].

Hace poco, se observó un importante cambio en la estrategia de Estados Unidos en materia de comunicación en tiempo de guerra [17]. Las medidas de política exterior, generalmente conocidas, de la "diplomacia pública" han sido reemplazadas por "operaciones de información" de origen militar. El ejército de Estados Unidos ha comenzado a considerar la información un aspecto militar de por sí, ahora que numerosos conflictos armados han demostrado que la superioridad militar ya no puede traducirse directamente en superioridad política. La denominada doctrina de la información, de 1998, finalmente hizo de la información una de las máximas prioridades de todas las acciones militares. Los instrumentos militares y mediáticos se combinaron en el término genérico "operaciones de información".

El concepto de la guerra electrónica basada en la alta tecnología ahora incluye también la seguridad de la información, las relaciones públicas y el control de la percepción, así como instrumentos de diplomacia pública. La idea es modificar las percepciones entre las elites, los militares y los civiles, y hacerles comprender que, más que en el campo de batalla, la guerra se libra en las mentes de la gente. Actualmente, se supone que la información protege otros recursos militares.

La consiguiente gestión militar de la información se relaciona con los interesados nacionales o extranjeros del sector político o social, o con las partes beligerantes. Los objetivos más importantes son la legitimación, la disuasión y el camuflaje. Para alcanzar esos objetivos, se adoptan diferentes enfoques: además de asegurar la propia cadena de información y de mando, el control y la selección de las corrientes de información se consideran factores decisivos para la superioridad militar durante la guerra y en tiempo de paz. La perturbación de los procesos de información de la parte opositora, a través de la sobrecarga de información, se considera tan importante como el engaño sistemático y la multiplicación de las fuerzas a través de la comunicación. Para todas esas estrategias, se usan los medios de comunicación masas: los periodistas adscritos, la planificación y la ejecución de campañas mediáticas sobre cuestiones militares y la construcción de emisoras de televisión militares son sólo unos pocos ejemplos de ese uso.

Las nuevas estrategias han demostrado ser exitosas, al menos a corto plazo. Por ejemplo, durante la guerra de Irak en 2003, el ejército de Estados Unidos tomó sólo una décima parte de los prisioneros capturados durante la Guerra del Golfo de 1991, porque esta vez, muchos soldados iraquíes se abstuvieron de participar en las hostilidades. Sin embargo, Szukala también demuestra que el control exitoso de las relaciones intensificadas y sistematizadas con los medios da lugar, al menos a largo plazo, al problema de la "creciente brecha en la credibilidad" [18].

La estrategia del periodismo adscrito

El método de "adscribir" periodistas a las unidades militares de los aliados es una de las nuevas estrategias que el Gobierno de Estados Unidos emplea para controlar la información. Esta estrategia había llamado poderosamente la atención incluso antes de su aplicación. Reemplazó al sistema de concentración de recursos adoptado desde la guerra de Vietnam y utilizado principalmente durante la Guerra del Golfo en 1991. En dicho sistema, los periodistas trabajaban en grupos encabezados por militares, la cobertura mediática estaba sujeta a censura y no se permitía el acceso a los combates en sí; pero en la estrategia de la adscripción, los periodistas están in situ con las tropas y pueden informar de un modo relativamente irrestricto [19].

Esta nueva forma de periodismo sólo fue posible gracias a los nuevos sistemas de transferencia digital, que permiten transmitir informes de guerra en tiempo real. La intención calculada de los militares era fortalecer la credibilidad de los periodistas, permitiéndoles estar en el escenario de las hostilidades, y al mismo tiempo, potenciar la fuerza disuasiva de las modernas armas estadounidenses y la impresión de invulnerabilidad de sus fuerzas armadas. Las imágenes tomadas por los periodistas adscritos abundaban en armas. La misma presencia de los periodistas civiles atestiguaba la invulnerabilidad del ejército. Estar entre las tropas era estar en un lugar seguro.

La estrategia de la adscripción ha dado lugar a muchas críticas, sobre todo entre los propios periodistas. Sin embargo, puede demostrarse que la actitud crítica depende de la participación efectiva en las hostilidades o del grado de apoyo a las fuerzas estadounidenses en la Guerra del Golfo [20]. Un estudio de la cobertura de la prensa escrita alemana y estadounidense indica que la evaluación de la estrategia del periodismo incorporado realizada por los medios alemanes era más crítica, y que cuanto más se aproximaba un medio a la izquierda del espectro político, tanto más crítica era su visión del periodismo adscrito. Esto revela la fuerte polarización nacional y política de la cobertura de la guerra, incluso cuando no se trata de informar sobre los acontecimientos sino sólo de comentar sobre el papel de los medios en esa cobertura.

Entre tanto, las fuerzas armadas estadounidenses ya no están tan satisfechas con la nueva estrategia. El público se ha enterado, con demasiada frecuencia, sobre las demoras que se producían en la llegada de los suministros y sobre las divisiones estimuladas por drogas. Inicialmente, los periodistas estadounidenses estaban absolutamente a favor de la incorporación; les complacía que hubiera terminado la política de información restringida aplicada en la guerra en Afganistán. Más adelante, se expresaron dudas con respecto a los posibles efectos de la solidaridad y sus consecuentes repercusiones en la cobertura, así como sobre la trivialización de la guerra, a raíz de su transformación en una especie de "entretenimiento militar".

Información a través de emisoras árabes de TV satelital

La creciente atención que se presta a las recientes operaciones de información montadas por Estados Unidos tiene un paralelo en la atenta observación de Al Yazira, el canal árabe de televisión satelital. Su ubicua presencia durante la guerra de Irak también generó un interés científico en las condiciones generales de la producción mediática en el mundo árabe.

El surgimiento, en el mundo árabe, de canales de televisión satelital con influencia internacional y con cierto grado de independencia política condujo a un cambio estructural en el comercio mundial de noticias televisivas, que anteriormente era, en gran medida, monopolio de Reuters, BBC, AP y CNN. Hahn postula que, sobre todo en Al Yazira, puede observarse una "tendencia a la politización extrema, la polarización, la personalización y la invocación a las emociones", sumada a una orientación cultural proárabe [21]. Pero en este sentido, los canales árabes no se diferencian de los estadounidenses CNN y FOX News. Sus programas también están imbuidos de una mezcla de periodismo y patriotismo, pero desde el polo opuesto.

Como muestra el análisis de su historia y su estructura, los canales satelitales de Oriente Próximo toman elementos de diferentes culturas periodísticas. Por un lado, siguen los ideales de objetividad de la tradición periodística angloamericana. Al Yazira incluso respondió a las críticas occidentales de su cobertura mediática adoptando un código de ética. Dado que el canal Al Yazira no está dispuesto a comprometerse abiertamente con la causa panárabe, no se le permite incorporarse en la Unión de Radiodifusión de los Estados Árabes. Los otros canales de televisión tampoco pueden simplemente identificarse con las tradiciones de los servicios de radiodifusión nacionales, que son comunes a la región. Por lo demás, todas las emisoras de televisión de la región, a pesar de su independencia jurídica, todavía dependen económicamente, en gran medida, del respectivo jefe de Estado o de los poderes informales de turno. Además, en Al Yazira y en Abu-Dhabi TV, los jefes de Estado actúan como miembros fundadores. De ahí que esos canales ofrezcan escasa información sobre los asuntos internos de sus respectivos países de origen.

Cabría esperar que las nuevas emisoras árabes de TV satelital ofreciesen mayor variedad de opiniones de Oriente Próximo y de fuentes de cobertura de los conflictos. Sin embargo, su aporte al mejoramiento de la calidad analítica de la cobertura mediática es reducido, en parte también porque los canales de televisión occidentales, a menudo, sólo muestran imágenes fuera de contexto. Los efectos de esos canales de TV árabes se analizan principalmente en función de su recepción por los medios en otras partes del mundo, sobre todo en los países industrializados. En contraste, la fuerza impulsora de Al Yazira, o de emisoras similares, en el proceso de democratización y secularización que se desarrolla en esa región es, en el mediano plazo y como máximo, tan sólo marginal.

Efectos de la cobertura mediática de la guerra

A pesar de los considerables conocimientos sobre la calidad general de la cobertura de las guerras y la tendencia política o nacional de algunos medios, y aunque la política informativa de las partes beligerantes y de los sistemas de medios conexos han sido objeto de cierta atención en los últimos tiempos, es muy poco lo que se sabe acerca de los posibles efectos de la cobertura de las guerras, es decir, las repercusiones sobre el público o la audiencia de los medios, y sobre el sistema político.

La influencia de la cobertura de la guerra en el público en general puede verse en el efecto de auge del patriotismo. Varios estudios indican que, en tiempo de guerra, crece la popularidad de los líderes políticos y militares. Este efecto se atribuye al apoyo que les brinda la cobertura mediática en esos momentos. Sin embargo, el apoyo público no continúa en el largo plazo, sino que, después de unos meses, declina hasta llegar al nivel que tenía en la fase prebélica [22].

Con respecto a los efectos de la cobertura de la guerra en el sistema político, tal vez el principal sea el denominado "efecto CNN". Este término significa la concentración de la atención no sólo por el canal de noticias estadounidense sino por los medios en general. Inicialmente, se utilizaba sólo en relación con los desastres de índole humanitaria, pero hoy, casi todas las posibles influencias que derivan de la cobertura de la guerra quedan subsumidas en el mismo término [23]. Esta amplitud, así como la presunción de un impacto directo de los medios en la política, son aspectos muy controvertidos. En efecto, los críticos admiten que los medios desempeñan un papel importante en el proceso de la guerra, pero limitan ese papel a las preocupaciones de naturaleza humanitaria. Así pues, los medios todavía carecen de poder suficiente para poner fin a un estado de guerra [24].

Una diferenciación actual comprende tres efectos más de la cobertura de la guerra, que pueden identificarse en casi todos los tipos de crisis internacional [25]: la aceleración de la adopción de decisiones en el sistema político, que se realiza a través de la cobertura mediática global y simultánea; la imposibilidad o la dificultad de alcanzar los objetivos políticos, por ejemplo debido a los efectos de la cobertura mediática emocional en la opinión pública, o la divulgación de operaciones militares secretas; y, en última instancia, un proceso de elaboración de agendas en el marco del sistema de adopción de decisiones políticas. Los partidarios de este concepto descubren que las agendas políticas reflejan el contenido de las noticias.

Aunque en esta breve reseña se demuestra que ya se cuenta con algunos hallazgos interesantes sobre los efectos de los medios de información en las guerras, apenas se ha comenzado a investigar y analizar las repercusiones de los medios en las políticas relativas a la guerra [26]. Debido a la importancia cada vez mayor de los medios como instrumentos útiles para los diferentes protagonistas, la cobertura mediática de la guerra y sus repercusiones son objeto de creciente atención entre los estudiosos de la comunicación. Por ende, cabe esperar que se siga estudiando el cometido de los medios en las guerras. Sin embargo, queda mucho por hacer antes de llegar a comprender mejor su cometido en las guerras modernas. Uno de los problemas principales es la falta de una teoría general conjunta en materia de investigación, que permita unificar los enfoques divergentes aplicados en los diferentes campos de investigación en las ciencias sociales y en los distintos estudios de casos.

Normas para la cobertura de la guerra y el cometido de los medios de comunicación

Aunque nuestra imagen de la cobertura de la guerra y del papel de los medios en las guerras modernas dista de ser completa, no cabe duda de que las normas previstas para los medios tienen un papel decisivo en la evaluación de la cobertura de los conflictos armados. ¿Cuáles son, en la práctica, las funciones inherentes de la cobertura de la guerra? ¿Cuáles son las normas que han de establecerse para una cobertura mediática apropiada? ¿Puede esperarse que los medios contribuyan a la paz? Según la teoría democrática, los medios deberían, incluso en tiempo de guerra, permitir a los ciudadanos evaluar políticamente la guerra, su justificación o legitimidad, y sus consecuencias; en otras palabras, someter la guerra al control democrático. Las condiciones previas para la gestión democrática, incluso en tiempo de guerra, son la información amplia y correcta, y la cobertura mediática independiente y neutral. Las preferencias de la política pública, sobre las que se basan las decisiones democráticas, pueden ser informadas, fundadas y auténticas sólo cuando se analiza toda la gama de información e ideas con que se cuenta, y cuando el discurso también expone problemas y señala factores que podrían menoscabar o excluir la legitimidad.

Más allá de estas normas profesionales comunes, hay dos funciones en particular que son importantes pero que se olvidan a menudo. Dada la complejidad de las guerras modernas, la información basada en los hechos no es suficiente para que el público pueda formarse una idea. Por ende, se espera que los medios interpreten y evalúen detalladamente los acontecimientos. De ese modo, pueden dar sentido y pertinencia a la maraña de datos, siempre nuevos, que proporciona el periodismo "en simultáneo", y ayudar a orientar al público.

Otra tarea bastante obvia, que, sin embargo, es de capital importancia, es llamar la atención del público sobre la guerra. La presión sobre los políticos, instándolos a entrar en acción, aumenta sólo si la atención de los medios se concentra en acontecimientos graves como la guerra. De otro modo, considerando que muchas guerras se encuentran por debajo del umbral de atención del público de los medios, sólo cabrá esperar iniciativas políticas escasas y de poca importancia. Evidentemente, los medios no pueden ocuparse de todas las guerras al mismo tiempo. Sin embargo, han de saber la enorme responsabilidad que esa selectividad implica.

En muchos casos, se espera que los medios contribuyan al proceso de paz, sea en forma casi automática, a través de su cobertura ordinaria, o con deliberación, como un elemento más o menos influyente comprometido con la restauración de la paz. En el debate científico, no hay acuerdo sobre si una reproducción completa de la realidad, con cada uno de sus detalles, es, por sí misma, favorable para la paz, o si solamente los llamamientos activos al cambio pueden verdaderamente contribuir a la paz, como sostienen algunos partidarios del periodismo para la paz, o incluso si realmente conviene que los medios adopten una postura partidaria, inclusive si se trata de la paz o de otros valores universales. La pregunta de si los medios deben embarcarse en campañas activas en pro de la paz o actuar como cronistas neutrales de los sucesos es incluso más difícil de responder, dado que, a menudo, dos valores universales son incompatibles entre sí. Con respecto a la última guerra en Irak, esos valores han sido, por ejemplo, los derechos humanos y la paz. La imagen que tienen los periodistas de sí mismos, incluso los corresponsales de guerra, es más la del modelo del mediador neutral que la de un partidario del periodismo de la paz.

Por lo que respecta al posible cometido de los medios como pacificadores, incluso el cumplimiento con las normas profesionales de la cobertura mediática puede considerarse como una contribución sustancial, dentro de los límites del cometido de los medios independientes como instituciones de advertencia. En ese contexto, el mandato de la pluralidad es fundamental. La posibilidad de considerar diferentes opiniones es precisamente lo que proporciona la base para establecer y mantener la paz. Según la Declaración de la UNESCO, de 1978, sobre la contribución de los medios: "El fortalecimiento de la paz y de la comprensión internacional, la promoción de los derechos humanos, la lucha contra el racismo, el apartheid y la incitación a la guerra exigen una circulación libre y una difusión más amplia y equilibrada de la información. Para este fin, los órganos de información deben aportar una contribución primordial, contribución que será más eficaz si la información refleja los diferentes aspectos del asunto examinado." A fin de concretar esa contribución, la función principal de los medios en tiempo de guerra parece ser la de presentar y publicar todos los puntos de vista. Esta sencilla obligación plantea, en sí misma, importantes dificultades en el contexto de los conflictos armados.

Notas
[1] Siegfried Weischenberg, “Zwischen Zensur und Verantwortung: Wie Journalisten (Kriege) konstruieren”, en Martin Löff elholz (ed.), Krieg als Medienereignis: Grundlagen und Perspektiven der Krisenkommunikation, Westdeutscher Verlag: Opladen, 1993, pp. 65–80, en p. 78 (cita del jefe de redacción del periódico Stuttgarter Zeitung).

[2] Udo Michael Krüger, “Der Irak-Krieg im deutschen Fernsehen: Berichterstattung in ARD/Das Erste, ZDF, RTL und SAT. 1”, Media Perspektiven, 9/2003, pp. 398-413, en p. 398; Weischenberg, op. cit. (nota 1), p. 79.

[3] Ulrich Albrecht/Jörg Becker (eds.), Medien zwischen Krieg und Frieden, Nomos, Baden-Baden, 2002 (principalmente, pp. 64–122); Martin Löffelholz, “Neue Schlachtfelder — alter Journalismus? Bedingungen und Konsequenzen der Kriegskommunikation im Zeitalter globaler Public Relations”, pp. 27–36, p. 32 y Hermann Meyn, “Aus Fehlern gelernt? Kriegsberichterstattung als Herausforderung des Journalismus und seiner Ethik”, pp. 105–113, en p. 110, ambos en Deutsche Welle (ed.): “Sagt die Wahrheit: Die bringen uns um!” Zur Rolle der Medien in Krisen und Kriegen, Vistas, Colonia, 2001.

[4] V. la edición especial de European Journal of Communication, (3) 2000.

[5] V., p.ej., Ulrich Albrecht/Jörg Becker, op. cit. (nota 3).

[6] Christiane Eilders/Albrecht Lüter, “Germany at war: Competing framing strategies in German public discourse”, European Journal of Communication, vol. 15 (3) 2000, pp. 415–428; Christiane Eilders/Albrecht Lüter, “Gab es eine Gegenöffentlichkeit während des Kosovo-Krieges? Eine vergleichende Analyse der Deutungsrahmen im deutschen Mediendiskurs”, en Ulrich Albrecht/Jörg Becker, op. cit. (nota 3), pp. 103–122.

[7] Udo Michael Krüger, op. cit. (nota 2), p. 412.

[8] Andrea Szukala, “Medien und öffentliche Meinung im Irakkrieg”, Politik und Zeitgeschichte, B24-25/2003, pp. 25–34, p. 25.

[9] Michael Krüger, op. cit. (nota 2), p. 412.

[10] Andrea Szukala, op. cit. (nota 8), p. 25.

[11] Ibíd., p. 29.

[12] W. Lance Bennett, “Toward a theory of press-state relations in the United States”, Journal of Communication, vol. 40 (2) 1990, pp. 103–125.

[13] Christiane Eilders/Albrecht Lüter, “Germany at war”, op. cit. (nota 6); Adrian Pohr, “Indexing im Einsatz: Eine Inhaltsanalyse der Kommentare überregionaler Tageszeitungen in Deutschland zum Afghanistankrieg 2001”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschat, 2005/2-3, pp. 261-276.

[14] Andrea Szukala, op. cit. (nota 8).

[15] Daniel C. Hallin, “The media, the war in Vietnam, and political support: A critique of the thesis of an oppositional media”, en Daniel Hallin, We Keep America on Top of the World: Television Journalism and the Public Sphere, Routledge, Londres, Nueva York, 1994, pp. 40–57.

[16] Gunther Schrader, “Zensur und Desinformation in Kriegen”, en Ulrich Albrecht/Jörg Becker (eds.), op. cit. (nota 3), pp. 45–54.

[17] Andrea Szukala, “Informationsoperationen und die Fusion militärischer und medialer Instrumente in den USA: Der Versuch einer militärischen Antwort auf die neuen Bedrohungen”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschaft, 2005/2-3, pp. 222-240.

[18] Ibíd.

[19] Andrea Szukula, op. cit. (nota 8).

[20] Wolgang Donsbach/Olaf Jandura/Diana Müller, “Kriegsberichterstatter oder willfährige Propagandisten? Wie deutsche und amerikanische Printmedien die “Embedded Journalists” im Irak-Krieg sahen”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschaft , 2005/2-3, pp. 298–313.

[21] Olivier Hahn, “Arabisches Satelliten-Nachrichtenfernsehen: Entwicklungsgeschichte, Strukturen und die Folgen für die Konfliktberichterstattung aus dem Nahen und Mittleren Osten”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschaft , 2005/2-3, pp. 241–260.

[22] Evelyn Bytzek, “Kosovokrieg, Kriegsberichterstattung und die Popularität der deutschen Regierungsparteien und -politiker”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschaft , 2005/2-3, pp. 369-388.

[23] Eytan Gilboa, “The CNN effect: The search for a communication theory of international relations”, in Political Communication, nº 22, 2005, pp. 27-44; Steven Livingston, “Clarifying the CNN effect: An examination of media effects according to type of military intervention”, The Joan Shorenstein Center, Research Paper R-18, 1997; Piers Robinson, “Theorizing the influence of media on world politics: Models of media influence on foreign policy”, European Journal of Communication, vol. 16 (4) 2001, pp. 523-544.

[24] Eytan Gilboa, Media and Conflict: Framing Issues, Making Policy, Shaping Opinion, Transnational, Ardsley Nueva York, 2002.

[25] Steven Livingston, op. cit. (nota 23).

[26] Christiane Eilders/Lutz M. Hagen, “Kriegsberichterstattung als Thema kommunikationswissenschaft licher Forschung. Ein Überblick zum Forschungsstand und zu den Beiträgen in diesem Themenheft ”, Themenheft Medien & Kommunikationswissenschaft, 2005/2-3, pp. 205–221.


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“Los periódicos deben voltear su mirada hacia el relato”: Tomás Eloy Martínez

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Uno de los temas más inquietantes en lo que va desarrollado de la asamblea de medio año de la Sociedad Interamericana de Prensa, que se está llevando a cabo en Cartagena, es la transformación del discurso periodístico, sobre todo en la prensa impresa.

Hoy, el argentino Tomás Eloy Martínez, director del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University en New Jersey (Estados Unidos), sugirió una 'involución revolucionaria' para devolverle al periódico la fuerza perdida ante los nuevos medios.

“Veo en la invasión de la red (Internet) y la radio, por ejemplo, una oportunidad para que los periódicos vuelvan a voltear su mirada en el relato (...) El periodismo ha perdido mucho de su peso, al perder este género

Para este teórico de la comunicación de masas, la crónica hace fuerza y se mantiene, por ejemplo, en periódicos como El Espectador. También es utilizada como un instrumento de poder.

Para Jon Lee Anderson, periodista y escritor del The New Yorker, la base de una nueva estructura narrativa se encuentra en la fuerza de las historias humanas, relatos propios, retratos, como los que hizo en el inicio de la invasión a Irak por parte de tropas internacionales lideradas por Estados Unidos.

“Asumí la obligación que tenía de contar las historias de la gente en la guerra. Hacer crónicas. (...) Es obvio, es ineludible que la prensa escrita, como la tenemos hoy en día, está en vías de extinción, sino encuentra medidas para salvarse”.

“Yo mismo compro periódicos por romanticisimo. Me pregunto: ¿como director de un medio, qué cree que deba hacer para atrapar a los lectores? Tengo que ofrecer una oferta de historias.

Según Jon Lee, Internet ya lo hace de alguna forma y en distintos formatos, audio, video, etc, pero nunca, o por lo menos, todavía no es tan cómodo como leer la prensa.


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