Revista Internacional de la Cruz Roja por Roland Huguenin-Benjamin
El fenómeno de la cobertura de los acontecimientos mundiales las 24 horas del día sin duda ha conllevado la dificultad, para los periodistas, de mantenerse fieles a la deontología de su profesión. Paralelamente, las organizaciones humanitarias se esfuerzan por defender el concepto de acción independiente y neutral en conflictos armados que tienen repercusiones mundiales. Quienes tienen que informar sobre situaciones cada vez más complejas en zonas de guerra o tratar de aliviar el sufrimiento de las víctimas suelen afrontar esos dilemas morales. Basándose en ejemplos de conflictos recientes, el autor de este artículo se pregunta cómo los periodistas y las organizaciones humanitarias pueden contribuir a salvar vidas.
Prólogo: un triángulo cambiante
En una época, los reporteros de guerra acostumbraban pedir información en las oficinas del CICR en el terreno, pues los delegados y los colaboradores de la Cruz Roja interactuaban más estrechamente con las comunidades locales y, por ende, conocían mejor la dinámica de los conflictos. Esa suposición se basaba en que el personal del CICR permanecía por más tiempo que los reporteros de guerra en zonas alejadas, simplemente porque la naturaleza de sus tareas respectivas es totalmente diferente.
A fin de ser reconocidos como intermediarios neutrales en tiempo de conflicto, los delegados del CICR tienen que construir una red de relaciones de trabajo con todas las partes. Los fundamentos de esa "diplomacia sobre el terreno" son tres: recordar a las partes beligerantes que la guerra tiene límites; disuadirlas de cometer violaciones del derecho internacional humanitario; y prestar ayuda humanitaria en forma segura cada vez que se la necesite.
La mayoría de los reporteros estaría de acuerdo con la ética que sostiene estos nobles ideales, pero la práctica del periodismo se basa en una razón de ser diferente. El periodismo es un servicio a la sociedad, y su función es investigar los hechos e informar al público. No es abogar por la causa de las víctimas o promover el derecho internacional. En 1921, C. P. Scott, redactor del periódico The Guardian, escribió: "La tarea principal de un periódico es recabar noticias. Para preservar su mera existencia, debe velar por no teñir la información que proporciona" [1].
Sin duda, se ha vuelto más difícil guardar fidelidad a la deontología de la profesión periodística, desde que los medios de información globales cubren los acontecimientos mundiales las 24 horas del día. Paralelamente, la capacidad del CICR de actuar como intermediario neutral en conflictos que tienen repercusiones globales también resulta afectada, por lo que la Institución se esfuerza por mantener la credibilidad que la convierte en una fuente de información confiable para los medios de información.
En este artículo, nos proponemos examinar algunos aspectos de la dinámica que influye en la relación entre tres actores cruciales: las partes en conflicto, los medios de información y el CICR como guardián de los Convenios de Ginebra. Si se trazara una línea entre estos tres actores tal como se posicionan hoy en día, el triángulo resultante sería muy diferente del que se habría trazado en la época poscolonial. Las reglas de geometría no han cambiado, pero sí la posición de los vértices.
Cada extremo del triángulo tiene un sistema de valores propio, pero ninguno tiene prerrogativas totalmente particulares: los intereses políticos o la ideología de los Gobiernos que participan en conflictos armados están relacionados necesariamente con la opinión pública; el código ético de los periodistas está abierto al juicio público; y los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional.
Conflictos en primera plana
En 1967, en el libro "Los ángeles del infierno: una extraña y terrible saga", Hunter S. Thompson escribió: "La diferencia entre los Ángeles del Infierno en los periódicos y los Ángeles del Infierno en la realidad es suficiente como para que uno se pregunte cuál es la finalidad de la prensa" [2]. En realidad, cuestionaba la capacidad del periodismo tradicional que comunica "sólo los hechos" de dar cuenta de los impresionantes cambios sociales y culturales de los años sesenta, es decir la guerra de Vietnam, asesinatos por motivos políticos, rock and roll, drogas, el movimiento hippie, etc. Los años sesenta y setenta fueron testigo del surgimiento de nuevos métodos de investigación e información en la prensa escrita estadounidense, lo que constituyó uno de los cambios más importantes que se produjeron en el periodismo antes del surgimiento de la era Internet.
Investigar sobre el tema de una pandilla de motociclistas rebeldes y fuera de la ley en la California de los años sesenta significó traspasar la esfera del periodismo tradicional. Al realizar entrevistas directas con los Ángeles del Infierno, Thompson cuestionó varios de los supuestos en que se basaban las actividades de mantenimiento del orden en esos días. Por más valiente que ello haya sido, no se compara con el desafío actual de informar sobre la insurgencia en Irak.
Un general de cuatro estrellas retirado, que conocía sobre la guerra urbana que se libraba en Bagdad y otras ciudades de Irak, reconoció recientemente ante la revista Time: "Somos buenos para combatir contra ejércitos, pero no sabemos cómo librar este tipo de enfrentamientos, no tenemos suficientes analistas de inteligencia que se dediquen a este problema" [3]. A la luz de esta difícil situación, poco sorprende que contar la historia desde Irak haya costado el mayor número de periodistas muertos en situaciones de conflicto hasta el presente (72 desde 2003, incluidos 37 iraquíes). Los reporteros extranjeros en Bagdad tienen que quedarse confinados en sus oficinas de alta seguridad la mayor parte del tiempo y sólo se atreven a salir con otra identidad o con protección reforzada, mientras que "los periodistas iraquíes no pueden acceder al privilegio de los coches veloces y los guardaespaldas y, por lo general, tienen casa y familia en la zona. La guerra en Irak es la historia más grande hoy en todo el mundo, y los fotógrafos, camarógrafos y reporteros iraquíes están bajo la presión de sus jefes, y la propia, para brindar una información que es cada vez es más difícil proporcionar" [4].
Incluso antes de la guerra del Golfo, en 1991, no cabía duda de que el CICR no podría permanecer ajeno a las evoluciones de la industria de los medios de información y que la cobertura las 24 horas del día de crisis de envergadura tendría consecuencias para su modus operandi. Le tomó cierto tiempo al CICR adaptarse a esas evoluciones, pero poco a poco tuvo que reconsiderar su antigua política de discreción con respecto a los medios. En los dos últimos decenios, el CICR tuvo que construir una red de encargados de relaciones con los medios (delegados de comunicación, en la jerga del CICR) e integrarlos en todas sus operaciones a nivel mundial.
Tras el escándalo causado por los malos tratos de que fueron objeto algunos detenidos en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak, por personal penitenciario de Estados Unidos, el concepto de confidencialidad de los informes que efectúa el CICR fue examinado públicamente. Se puso en duda lo que antes se daba por sentado, es decir que el principal objetivo de la modalidad de trabajo propia del CICR es beneficiar a los detenidos. Si bien los voceros del CICR poco podían decir para aplacar a las multitudes enfurecidas sobre el terreno, era fundamental llegar hasta los medios de información para hacer responsables a las autoridades detenedoras y preservar los derechos fundamentales de los detenidos. Un ejercicio de diplomacia, tal vez, pero que el CICR no podía eludir en el mundo mediático global de la actualidad.
Conflictos olvidados
Los planisferios que se hacían en el siglo diecinueve mostraban algunos espacios en blanco que indicaban territorios desconocidos, hasta que los exploradores y aventureros llegaran a poner banderas en las zonas más remotas y ayudaran a completar esos espacios. En la era de la comunicación global, la red Internet entrecruza los continentes, y gracias a la tecnología satelital es posible transmitir en cualquier punto del planeta. Pero, en el siglo veintiuno, el mapa de África sigue teniendo muchos espacios en blanco para los medios internacionales que tratan de "cubrir" más de cincuenta países desde una o dos oficinas.
Ello plantea la cuestión de la responsabilidad en el ejercicio de la profesión, tanto de los periodistas como de los actores humanitarios. ¿A quién corresponde la obligación de investigar temas como los conflictos, las epidemias y las hambrunas, y alertar sobre posibles catástrofes a la comunidad internacional, antes de que hayan producido todos sus efectos? ¿Corresponde a las organizaciones humanitarias o a los medios de comunicación dar la alarma y llamar la atención sobre situaciones de emergencia?
En agosto de 2005, John Birt, director general saliente de la BBC, dio la conferencia MacTaggart en Edimburgo. Consideró que "en Gran Bretaña, la radio y la televisión, así como la prensa escrita, al igual que el Parlamento mismo, cumplen una tarea sumamente importante: que quienes están en el poder se responsabilicen cada día de aquello que manifiestamente está mal". Luego dijo: "Pero nuestros medios son menos idóneos en algo que es, cuando menos, igualmente importante: presionar a los gobiernos para que hagan lo correcto, diagnosticar las causas profundas de nuestros problemas, muchos de los cuales se han gestado durante decenios, e identificar y elaborar soluciones sólidas y perdurables para esos problemas" [5].
La misma afirmación puede aplicarse a temas de política internacional, en la medida en que las crisis humanitarias a menudo no se ven hasta que realmente estallan, con consecuencias fatales. El estallido del conflicto en Darfur es un ejemplo elocuente, al igual que la hambruna en Níger, en el verano de 2005. Muchas otras situaciones podrían citarse, y los organismos humanitarios, incluido el CICR, han acuñado el término "conflictos olvidados" para describir las catástrofes provocadas por el hombre en lugares remotos del planeta.
¿Existe la posibilidad de que eventualmente se produzca un cambio, con el surgimiento del periodismo ciudadano y el número creciente de "bloggers" (cronistas en línea) que proporcionan historias de vida directamente desde zonas de guerra donde es posible conectarse a Internet? Salam Pax fue un fenómeno durante la invasión de Irak, en la primavera de 2003, porque se convirtió en la voz del pueblo bagdadí. ¿Debe concluirse entonces que los "bloggers" pueden influir en los programas políticos de los Gobiernos o que pueden forzar el ingreso de una historia en los principales medios de información?
El 26 de diciembre de 2004, la BBC se encontró sobrepasada por los más de cincuenta mil mensajes de texto enviados por personas que habían sobrevivido al maremoto en el sudeste asiático. No había manera de revisar ese material y utilizarlo para la cobertura inmediata del hecho. Éste tomó al mundo desprevenido, y los reporteros sólo podían ir hasta el lugar para hacer una cobertura mediática después de la catástrofe. Las redes de medios establecidos rápidamente hicieron el relevo de la multitud de mensajes privados y demostraron que el periodismo informativo requiere un nivel de profesionalismo que va más allá del mero hecho de tomar una fotografía de un acontecimiento del que uno es testigo por casualidad.
Tras las explosiones que conmocionaron el centro de Londres el 7 de julio de 2005, no hubo una afluencia visible de periodismo ciudadano en el Reino Unido, sobre todo porque los medios británicos son muy diversos y procuran responder a prácticamente todas las necesidades de información imaginables del público.
La situación es totalmente diferente en Corea del Sur, donde surgió el fenómeno del periodismo ciudadano, el año 2000, cuando un periodista frustrado, Oh Yeon Ho, lanzó una plataforma que ahora recibe contribuciones de decenas de miles de personas. El sitio Ohmynews publica historias sobre una amplia gama de temas, incluidos comentarios sobre cuestiones de actualidad, como las hostilidades en Irak. Esta experiencia coreana no ha sido la única. Existen numerosos sitios en todo el mundo que tratan de superar las limitaciones inherentes a las páginas de "bloggers" usuales, haciendo una revisión profesional de las contribuciones antes de publicarlas en línea.
"Estos sitios están cambiando la naturaleza de las noticias", dijo Elizabeth Lee, quien lanzó iTalkNews. "En general, las noticias pasan desde arriba hacia abajo. Queremos noticias que vengan de la gente, hacia arriba. Nuestro método es una manera de dar noticias mucho más sensibles a las actitudes y preocupaciones del mundo real" [6].
Según la profesora Mary Kaldor, de la London School of Economics, "la sociedad civil global es una plataforma habitada por activistas (o posmarxistas), ONG y neoliberales, así como por grupos nacionales y religiosos, donde debaten, abogan por (o en contra de), negocian, o presionan para lograr los acuerdos que moldean la evolución global (...). El surgimiento de este fenómeno hace que el término "relaciones internacionales" se vuelva mucho menos apropiado" [7].
Con ese telón de fondo de sucesos mundiales que cambian rápidamente, los medios de información establecidos están muy conscientes de la urgencia de reafirmar su misión y estar en condiciones de responder a las expectativas de públicos versátiles. En abril de 2005, Rupert Murdoch dijo que "los jóvenes no quieren depender del periódico matutino para mantenerse informados. No quieren depender de una figura divina que les diga, desde arriba, qué es importante" [8]. La gran dama de los medios mundiales, la respetable BBC, está considerando impartir formación a periodistas ciudadanos, tras los informes de los sobrevivientes al maremoto ocurrido en el sudeste asiático, en 2004.
Es cierto que los nuevos medios de comunicación han cambiado el panorama, pero ha de reconocerse que el acceso a Internet dista de ser universal. En muchos conflictos armados locales, las víctimas por lo general pertenecen a segmentos de la sociedad privados de sus derechos, viven en zonas aisladas y no tienen acceso al teléfono, mucho menos a la computadora.
Y, además, la brecha tecnológica puede no ser el principal obstáculo al flujo de información entre comunidades desfavorecidas en África, América Latina o Asia, y las redes mediáticas globales. Las restricciones editoriales en la sala de redacción son el verdadero terreno de prueba para el periodista que ha sido testigo de hechos terribles en un lugar del planeta que no es prioritario para su editor. Si bien la cólera de un reportero que llama desde el escenario donde se cometen atrocidades puede ser, a veces, unidimensional, corresponde al editor ponerla en perspectiva, y no dejarla de lado. Por desgracia, el truismo de la sala de redacción estadounidense sigue siendo escandalosamente cierto hoy en día: "Un bombero muerto en Brooklyn vale cinco policías ingleses, que a su vez valen 50 árabes, que a su vez valen 500 africanos".
¿Acaso el idealista humanitario que trabaja duramente en un desolado campamento de refugiados, el delegado del CICR que se esfuerza por entregar material médico a un hospital de emergencia sumergido en la sangre de las víctimas de bombardeos, están en una mejor posición para alzar la voz y hacerse oír "en un mundo de comunicación en que la norma es mantener sin interrupciones un flujo de informaciones instantáneas? [9]".
¿Crisis en los medios?
En una conferencia que dio en Melbourne, en octubre de 2004, David Hare, el autor de "Stuff Happens", una obra sobre el proceso diplomático que desembocó en la invasión de Irak, sostuvo:
"Todos sabemos que la televisión y los periódicos, sin lugar a dudas, nos han desilusionado, y a tal punto que ello no parece poder repararse, por su cobertura trivial y parcial de temas cruciales de guerra y paz. (...) Las excusas expresadas en la primera plana de algunos de los periódicos estadounidenses más respetables, en las que reconocían cierta ingenuidad profesional, difícilmente sean apropiadas..."
La inédita cantidad de ataques contra los medios en los últimos años ha desencadenado una ola de artículos y comentarios introspectivos en los principales periódicos, lo que demuestra que existe una preocupación generalizada sobre los medios, tanto entre los periodistas, como en la sociedad en general. Alan Rusbridger, redactor jefe de The Guardian, la resume de esta manera: "una confluencia de técnicas de presentación, una sensación de que las fuerzas del mercado determinan cada vez más los contenidos, y un sentimiento generalizado de que los periódicos no están cumpliendo su obligación de representar fielmente la complejidad de algunos de los temas más importantes" [10].
Si hay una crisis, puede deberse tanto a una brecha generacional, como a intereses nacionales. Están los periodistas que recuerdan los días en que pensaban que podían aportar una diferencia y genuinamente creían en la independencia de los medios, y hay un nuevo ambiente mediático que ellos no reconocen. "Ya no entiendo este ámbito", dice Seymour Hersh, "es como si se diera el mismo peso a todas las palabras" [11]. En cuanto a los intereses nacionales, el surgimiento de redes mediáticas globales en los principales idiomas ha provocado una "parroquialización" de los públicos, ya que cada uno puede conectarse a la cadena de noticias que represente la cultura que reconoce como propia, sea al Jazeera o Fox News, o alguna intermedia. Los principales conglomerados mediáticos pueden no tener necesariamente un punto de vista político específico sobre cada tema mundial, pero sus acciones, guiadas por un interés comercial, apuntan a sostener un entorno empresarial amigable, y no a cuestionar las políticas gubernamentales sobre temas de justicia y supervivencia en el mundo en desarrollo.
Ahora parece que los servicios de radio y televisión públicos, cuando existen, tienen que librar una ardua batalla para mantener sus criterios ante los intereses corporativos de las redes globales. Helen Boaden, directora de BBC News, dijo recientemente que tenía una idea clara de lo que espera de BBC News, especialmente de su servicio de información permanente. "Creo que lo importante para News 24 es ser el primero y dar información fidedigna y confiable. Para los servicios que brindan noticias las 24 horas del día, el peligro es convertirse en un servicio permanente de rumores y especulaciones. Eso es exactamente lo que no queremos para News 24" [12].
Cuando tiene que informar sobre un conflicto armado con mucha repercusión en los medios, un sistema de noticias permanente rápidamente se halla ante el problema de sostener su propio ritmo de "noticias de último minuto" para mantenerse a la par de la competencia. Y tiene que hacerlo con el riesgo de dar una representación equivocada de lo que realmente está sucediendo sobre el terreno. La ofensiva contra Irak en la primavera de 2003 fue el epítome del frenesí mediático mundial. Recuerdo ocasiones en que, oficiando como vocero del CICR en Bagdad, los periodistas me preguntaban, en entrevistas por teléfono satelital: "¿Cuál es la escena más atroz que ha visto en las últimas horas?"
El problema con este tipo de comunicación es que las declaraciones se utilizan luego como cuña de audio. El lenguaje se vuelve estereotipado, y se corre el riesgo de representar la realidad erróneamente, porque todo lo que uno dice va a terminar siendo repetido como cuña de audio. Cada palabra cuenta, lo que anula cualquier intento de poner el asunto en perspectiva y dar un sentido a los acontecimientos a medida que tienen lugar.
¿El CICR tiene la lengua trabada?
Verba volant scripta manent, creían los romanos. Las palabras vuelan, los escritos quedan. En el entorno mediático actual, pareciera que tanto las palabras como los escritos vuelan y pueden dar ciertos giros de los que una institución como el CICR permanentemente trata de resguardarse.
El nudo gordiano de la misión del CICR se origina en el cometido doble que le ha sido asignado en los Convenios de Ginebra. Por un lado, el CICR debe velar por el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario; por otro lado, debe proteger a los prisioneros de guerra y a las otras personas que tienen derecho a recibir protección en virtud de ese derecho. Por ello, suele hallarse en la delicada situación de tener que limitarse a hacer gestiones confidenciales ante una parte en un conflicto armado que no respeta el derecho y eludir las preguntas que le formulen los medios.
Una nota sobre medios de comunicación que no hace mucho tiempo hizo circular internamente una delegación del CICR ilustra esa posición casi insostenible. Subraya que, si bien es deseable que la operación que el CICR realiza en el país X tenga visibilidad en los medios internacionales, el proceso para lograr esa visibilidad puede no serlo, sobre todo cuando la presencia de equipos de periodistas junto al CICR es contraria a la imagen y la identidad que la Institución quiere reflejar dentro del país, identidad que es fundamental para los requisitos operacionales de aceptación, acceso y seguridad.
Los delegados del CICR instalan campamentos en zonas afectadas por guerras y prestan ayuda a las víctimas. Paralelamente, se esfuerzan por interceder ante las partes beligerantes, con la esperanza de evitar sufrimientos innecesarios a las personas protegidas por los Convenios de Ginebra, es decir los prisioneros de guerra y las personas civiles que no participan en las hostilidades. La marca distintiva del CICR siempre ha sido la neutralidad y la imparcialidad, pero esos conceptos están abiertos a la interpretación de las partes en conflicto. En muchos casos, las partes toleran la presencia de delegados del CICR en el terreno, y sobre todo en lugares de detención, sólo con la condición de que el CICR no publique sus observaciones ni sus comentarios sobre la conducción de las hostilidades.
El conflicto en ex Yugoslavia, con su retahíla de horrores perpetrados entre 1992 y 1995 en Bosnia, y sobre todo la masacre de Srebrenica, puso en el candelero los principios del derecho internacional humanitario. La inobservancia deliberada, por las partes beligerantes, de las disposiciones específicas de los Convenios de Ginebra tuvo la consecuencia imprevista de alertar a los reporteros sobre la necesidad de informar acerca de las violaciones del derecho internacional humanitario. El llamamiento más fuerte por el respeto del tercer Convenio de Ginebra tal vez haya sido la publicación, en la primera plana de periódicos de todo el mundo, de las tristemente célebres fotografías de prisioneros de guerra en estado de inanición. Sin duda, ello superó la capacidad del CICR de hacer gestiones en pos de la protección de los detenidos.
Dilema común
En ese aspecto, el CICR y los medios afrontan, aunque desde lugares diferentes, el mismo reto: explorar los límites de su enfoque metodológico respectivo. Para el CICR, ello significa tener que decidir, por lo general caso por caso, cuáles serían las ventajas y las desventajas de hacer una declaración pública sobre una situación dada. ¿Existe alguna razón para creer que la difícil situación de un grupo de personas puede mejorar significativamente –y que a veces pueden salvarse vidas– mediante una declaración oficial o un llamamiento que los medios harían circular? ¿Esa medida necesariamente conllevaría el fin de la presencia y las actividades del CICR en el territorio de la parte incriminada?
Corresponderá a los medios de comunicación determinar si los periodistas tienen la responsabilidad de informar sobre conflictos armados haciendo referencia a qué constituye una violación del derecho internacional humanitario y, en caso afirmativo, cómo deberían hacer esa referencia. ¿Los periodistas deberían informar sobre las circunstancias de la perpetración de un acto de guerra ilícito del mismo modo que cubrirían la investigación de un crimen común? ¿O el papel de los periodistas consiste más bien en hacer hincapié en los principios de derecho humanitario, denunciar las violaciones de ese derecho, hablar en favor de las víctimas, promover la paz? El cambio puede ser gradual, pero lógicamente transforma a los periodistas en defensores y militantes de una causa.
El periodismo cívico ha sido un concepto debatible desde finales de la Guerra Fría; cabe recordar que históricamente ha sido un tipo de periodismo empleado en ambos lados de la cortina de hierro en apoyo de programas políticos diametralmente opuestos. Los funcionarios soviéticos lo utilizaban para dar legitimidad a su control de la prensa, mientras que los programas de radio auspiciados por Estados Unidos lo utilizaban para traspasar las fronteras y promocionar el proyecto liberal en el bloque del este.
La intensificación de la campaña militar para derrocar el régimen iraquí es un ejemplo más reciente de los riesgos de la cobertura mediática parcializada. Las redes de televisión independientes, como Fox News, adoptaron una línea clara a favor de la guerra, mientras que al Jazeera sostuvo al Ministro iraquí de Información, sin cuestionamientos, hasta las últimas horas antes de la caída de Bagdad.
Ello estaba en claro contraste con el código de conducta profesional, que estipula que "las decisiones sólo se toman por buenas razones editoriales, no como resultado de presiones indebidas, sea por intereses políticos, comerciales o especiales" [13]. Algunos medios pueden haber caído en la tentación de satisfacer las expectativas chauvinistas de su público, pero para otros la guerra en Irak fue una prueba decisiva sobre la independencia para tomar decisiones editoriales. La BBC ha tenido que luchar a través de una serie de comisiones de encuesta para poder seguir siendo fiel a su propio compromiso de integridad.
De conformidad con su neutralidad, el CICR no se pronuncia con respecto a las razones por las cuales las naciones o las facciones deciden enfrentarse en una guerra. No puede hacer comentarios sobre la legitimidad de un discurso político en comparación con otro, pero recuerda a los Gobiernos y sus fuerzas armadas la obligación que tienen de aplicar reglas de enfrentamiento compatibles con las disposiciones del derecho internacional humanitario. Antes del estallido de las hostilidades en Irak, en marzo de 2003, el CICR hizo gestiones ante los Gobiernos de todos los países de la coalición y el Gobierno de Irak. Hizo pública esa acción, y los periódicos Financial Times y Le Monde aceptaron publicar un editorial firmado por el director general del CICR.
Hasta aquí, todo bien. Existe una similitud entre la neutralidad del CICR y la integridad y la independencia editorial de los medios. En cuanto a ideales, tanto la prensa como los organismos humanitarios tienen libertad para decidir por sí mismos el papel que eligen cumplir como agentes independientes. La prueba de realidad se presenta bajo la forma de un dilema moral con el que tropiezan cuando tratan de actuar profesionalmente en medio de situaciones de emergencia cada vez más complejas en zonas de guerra.
A veces, los reporteros de guerra pueden percibir que los delegados del CICR en el terreno son excesivamente discretos, pero quienes tienen larga experiencia como reporteros de guerra en general valoran la plena fiabilidad del CICR como fuente de información. En la relación entre un organismo humanitario independiente, como el CICR, y los medios independientes, ninguna de las partes debe intentar utilizar a la otra. Por el contrario, si ambos afrontan el mismo dilema, sin duda existen maneras de que compartan parcialmente las soluciones.
En los años setenta y ochenta, al CICR le tomó cierto tiempo deshacerse de su sospecha institucionalizada con respecto a los medios de comunicación. Ahora ha tomado plena conciencia del potencial que éstos tienen para influir en la opinión pública y, en última instancia, en las decisiones de los estrategas y los políticos durante los conflictos armados. La cobertura de un ataque de mortero contra un mercado de Sarajevo, en febrero de 1994, tuvo un papel clave para lograr que el ultimátum de la OTAN de poner término al bombardeo de la ciudad se hiciera efectivo. El corresponsal de la BBC Martin Bell habló entonces de un periodismo de "apego" y dijo que los periodistas "habían sido llevados hacia esa guerra como algo más que testigos y cronistas. También participaban en ella" [14].
De modo que los periodistas pueden ser socios en la acción humanitaria, cuando informan adecuadamente sobre actos de guerra; por ejemplo, haciendo responsables a las partes en conflicto, con arreglo a los artículos específicos de los Convenios de Ginebra. No deben abandonar su objetividad e integridad al hacerlo. Tan sólo necesitan conocer el significado, desde el punto de vista del derecho internacional humanitario, de los hechos que informan. Muchos periodistas han aprendido esta lección por sí mismos, leyendo los Convenios de Ginebra en largas noches pasadas en refugios contra bombardeos, en Sarajevo.
Diez años más tarde, el mundo ha cambiado, y una nueva declaración de las Naciones Unidas sobre "La responsabilidad de proteger" abre nuevas perspectivas. Unos 191 países han acordado reafirmar el derecho internacional, es decir que la comunidad mundial tiene derecho a iniciar acciones militares, en caso de que "las autoridades nacionales manifiestamente no garanticen la protección de su población contra el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes contra la humanidad". Ello no borrará la memoria de lo acaecido en Bosnia y Rwanda, pero es un intento de evitar que se cometan tales atrocidades en el futuro.
Representaciones y percepciones
"Lo que más se desea ver y escuchar en los hogares es el relato mítico de la guerra. La realidad de las guerras es tan repulsiva y horrorosa, que si la viéramos, nos sería muy duro librarlas" [15].
La naturaleza ambivalente de esta hipótesis resume la compleja actitud de los medios y del público con respecto a la representación de la guerra. En una época en que los llamados "programas de telerrealidad" están invadiendo la televisión en todo el mundo, se ha debatido mucho acerca de la transmisión de imágenes que se consideran ofensivas.
Para conmemorar el sexagésimo aniversario del bombardeo nuclear contra Hiroshima, la BBC transmitió "un poderoso y perturbador documental dramatizado de 90 minutos" sobre lo que sucedió realmente, con relatos de testigos oculares, subtitulado original, infografías y reconstrucciones a escala real. El documental narra la historia de un trauma extremo: la ciencia, la política, la misión, la explosión, los incendios, los efectos residuales [16]. La distancia histórica con respecto a los acontecimientos permite al público mirar este tipo de producción como un mero documental y afrontarlo como tal: el fenómeno, con todo su horror, ya es pasado. El documental es informativo y podría ayudar a algunas de las personas directamente afectadas a hacer un cierre, aunque para la mayoría es demasiado tarde.
Las crudas imágenes de los rehenes decapitados en Irak tuvo el efecto opuesto. Euronews, por su parte, transmitió la terrible escena una vez y la retiró inmediatamente de sus boletines de noticias, cuando vio que había causado revulsión generalizada en el público. Hubo un debate durante semanas acerca de la naturaleza del tabú que hace que la transmisión de esas imágenes sea reprensible, aparte de su explotación política, ya que al Jazeera continuó utilizándolas por algún tiempo.
Cuando el Canal Cuatro del Reino Unido decidió abordar el tema de los malos tratos infligidos a los prisioneros en la Bahía de Guantánamo, adoptó el enfoque innovador de reclutar voluntarios dispuestos a ser detenidos incomunicados y someterse a interrogatorios rigurosos y otras técnicas que supuestamente se utilizaban en ese lugar de detención. En ese sentido, el documental no consistía en una mera actuación; era lo más real posible, dado que los voluntarios podían pedir detener el ejercicio, si sentían que habían llegado a su límite. Aparte de la violencia de la demostración (los voluntarios llegaron a pedir piedad), la transmisión de esas escenas plantea numerosas cuestiones en cuanto a la sensibilidad del público y la tendencia de los medios contemporáneos a aprovecharla.
Una vez más, ese programa podría haber hecho más que construir una opinión pública opuesta a la práctica de la tortura, que los comunicados de prensa oficiales del CICR o de otros organismos de derechos humanos. Sin embargo, este argumento pragmático y utilitario no significa necesariamente que esos programas estén exentos de todo cuestionamiento moral.
Queda por ver si este tipo de programas tiende, en el largo plazo, a insensibilizar al público sobre temas de violencia, destrucción y perpetración de violaciones graves de los derechos fundamentales en situaciones de conflicto. "Yahoo, en su primer gran paso hacia la transmisión de vídeos en línea, apuesta a que la guerra y los conflictos atraigan nuevos visitantes. Ahora ha contratado a Kevin Sites, un experimentado corresponsal de televisión, para que produzca un sitio Web multimedia que informará sobre las guerras en curso en todo el mundo. El señor Sites dijo que esperaba que los usuarios de Yahoo comprendieran que lo que estaba haciendo era diferente de los blogs de opinión masivos y otros sitios Web. "Somos una entidad periodística que trata de actuar con un grado de responsabilidad que no siempre se ve en Internet", dijo [17].
Como se dijo más arriba, los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional. Ni el CICR ni los periodistas tienen el monopolio de su interpretación, pero cada uno tiene una obligación específica de actuar ante quienes son responsables, en definitiva, de garantizar el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario.
La comunidad internacional ha encomendado al CICR que actúe como intermediario neutral entre las partes en conflictos armados y en favor de las personas protegidas por los Convenios de Ginebra. "Por su tradicional función de perro guardián, la prensa tiene la obligación de informar acerca del quebrantamiento de la ley, sobre todo si el infractor es un Estado o una institución financiada con dinero de los contribuyentes" [18].
La neutralidad activa por parte del CICR y la integridad editorial por parte de los medios de comunicación probablemente sean exigencias muy estrictas en los años venideros, pero ni el CICR ni los reporteros de guerra pueden permitirse ignorarlas.
Notas
[1] Frase citada por Alan Rusbridger, en la primera edición del nuevo formato berlinés de The Guardian, 9 de septiembre de 2005.
[2] Marc Weingarten, Who is Afraid of Tom Wolfe? How New Journalism Rewrote the World, Aurum Press, 2005.
[3] John Kleinwith, revista Time, 26 de septiembre de 2005.
[4] Ghaith Abdul-Ahad, "How can you establish a free media in such fear and anarchy", The Guardian, 26 de septiembre de 2005.
[5] The Guardian, 26 de agosto de 2005.
[6] David Mattin, "We are changing the nature of news", Media Guardian, 15 de agosto de 2005.
[7] Profesora Mary Kaldor, "The idea of global civil society", Martin Wight Memorial Lecture, Universidad de Essex, 31 de octubre de 2002.
[8] Maureen Dowd, "Smoke gets in our news", New York Times, 20 de abril de 2005.
[9] "This media tribe disfigures public life", discurso pronunciado por el Arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, en Lambeth Palace, 15 de junio de 2005.
[10] "This is not about name-calling, it is about scrutiny" (No se trata de poner nombres, se trata de hacer un examen minucioso.), comentaba Alan Rusbridger en The Media Guardian, 14 de marzo de 2005.
[11] Seymour Hersh, "Scoop", Times Literary Supplement, 9 de octubre de 2004.
[12] Matt Wells, "Have I got news for you", Media Guardian, 12 de septiembre de 2005.
[13] BBC Producer´s Guidelines, p. 7.
[14] Mark Thompson, Forging War: The Media in Serbia, Croatia, Bosnia and Herzegovina, artículo 19, The Bath Press, Avon, 1994.
[15] Chris Hedges, "On war", New York Review of Books, 16 de diciembre de 2004.
[16] Dart Centre for Journalism & Trauma, sitio Web visitado el 2 de septiembre de 2005.
[17] Saul Hansell, "Yahoo hires journalist to report on wars", New York Times, 12 de septiembre de 2005.
[18] Roy W. Gutman, "En el punto de mira: violaciones del derecho internacional humanitario - Cometido de los medios de comunicación", Revista Internacional de la Cruz Roja, diciembre de 1998, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
El fenómeno de la cobertura de los acontecimientos mundiales las 24 horas del día sin duda ha conllevado la dificultad, para los periodistas, de mantenerse fieles a la deontología de su profesión. Paralelamente, las organizaciones humanitarias se esfuerzan por defender el concepto de acción independiente y neutral en conflictos armados que tienen repercusiones mundiales. Quienes tienen que informar sobre situaciones cada vez más complejas en zonas de guerra o tratar de aliviar el sufrimiento de las víctimas suelen afrontar esos dilemas morales. Basándose en ejemplos de conflictos recientes, el autor de este artículo se pregunta cómo los periodistas y las organizaciones humanitarias pueden contribuir a salvar vidas.
Prólogo: un triángulo cambiante
En una época, los reporteros de guerra acostumbraban pedir información en las oficinas del CICR en el terreno, pues los delegados y los colaboradores de la Cruz Roja interactuaban más estrechamente con las comunidades locales y, por ende, conocían mejor la dinámica de los conflictos. Esa suposición se basaba en que el personal del CICR permanecía por más tiempo que los reporteros de guerra en zonas alejadas, simplemente porque la naturaleza de sus tareas respectivas es totalmente diferente.
A fin de ser reconocidos como intermediarios neutrales en tiempo de conflicto, los delegados del CICR tienen que construir una red de relaciones de trabajo con todas las partes. Los fundamentos de esa "diplomacia sobre el terreno" son tres: recordar a las partes beligerantes que la guerra tiene límites; disuadirlas de cometer violaciones del derecho internacional humanitario; y prestar ayuda humanitaria en forma segura cada vez que se la necesite.
La mayoría de los reporteros estaría de acuerdo con la ética que sostiene estos nobles ideales, pero la práctica del periodismo se basa en una razón de ser diferente. El periodismo es un servicio a la sociedad, y su función es investigar los hechos e informar al público. No es abogar por la causa de las víctimas o promover el derecho internacional. En 1921, C. P. Scott, redactor del periódico The Guardian, escribió: "La tarea principal de un periódico es recabar noticias. Para preservar su mera existencia, debe velar por no teñir la información que proporciona" [1].
Sin duda, se ha vuelto más difícil guardar fidelidad a la deontología de la profesión periodística, desde que los medios de información globales cubren los acontecimientos mundiales las 24 horas del día. Paralelamente, la capacidad del CICR de actuar como intermediario neutral en conflictos que tienen repercusiones globales también resulta afectada, por lo que la Institución se esfuerza por mantener la credibilidad que la convierte en una fuente de información confiable para los medios de información.
En este artículo, nos proponemos examinar algunos aspectos de la dinámica que influye en la relación entre tres actores cruciales: las partes en conflicto, los medios de información y el CICR como guardián de los Convenios de Ginebra. Si se trazara una línea entre estos tres actores tal como se posicionan hoy en día, el triángulo resultante sería muy diferente del que se habría trazado en la época poscolonial. Las reglas de geometría no han cambiado, pero sí la posición de los vértices.
Cada extremo del triángulo tiene un sistema de valores propio, pero ninguno tiene prerrogativas totalmente particulares: los intereses políticos o la ideología de los Gobiernos que participan en conflictos armados están relacionados necesariamente con la opinión pública; el código ético de los periodistas está abierto al juicio público; y los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional.
Conflictos en primera plana
En 1967, en el libro "Los ángeles del infierno: una extraña y terrible saga", Hunter S. Thompson escribió: "La diferencia entre los Ángeles del Infierno en los periódicos y los Ángeles del Infierno en la realidad es suficiente como para que uno se pregunte cuál es la finalidad de la prensa" [2]. En realidad, cuestionaba la capacidad del periodismo tradicional que comunica "sólo los hechos" de dar cuenta de los impresionantes cambios sociales y culturales de los años sesenta, es decir la guerra de Vietnam, asesinatos por motivos políticos, rock and roll, drogas, el movimiento hippie, etc. Los años sesenta y setenta fueron testigo del surgimiento de nuevos métodos de investigación e información en la prensa escrita estadounidense, lo que constituyó uno de los cambios más importantes que se produjeron en el periodismo antes del surgimiento de la era Internet.
Investigar sobre el tema de una pandilla de motociclistas rebeldes y fuera de la ley en la California de los años sesenta significó traspasar la esfera del periodismo tradicional. Al realizar entrevistas directas con los Ángeles del Infierno, Thompson cuestionó varios de los supuestos en que se basaban las actividades de mantenimiento del orden en esos días. Por más valiente que ello haya sido, no se compara con el desafío actual de informar sobre la insurgencia en Irak.
Un general de cuatro estrellas retirado, que conocía sobre la guerra urbana que se libraba en Bagdad y otras ciudades de Irak, reconoció recientemente ante la revista Time: "Somos buenos para combatir contra ejércitos, pero no sabemos cómo librar este tipo de enfrentamientos, no tenemos suficientes analistas de inteligencia que se dediquen a este problema" [3]. A la luz de esta difícil situación, poco sorprende que contar la historia desde Irak haya costado el mayor número de periodistas muertos en situaciones de conflicto hasta el presente (72 desde 2003, incluidos 37 iraquíes). Los reporteros extranjeros en Bagdad tienen que quedarse confinados en sus oficinas de alta seguridad la mayor parte del tiempo y sólo se atreven a salir con otra identidad o con protección reforzada, mientras que "los periodistas iraquíes no pueden acceder al privilegio de los coches veloces y los guardaespaldas y, por lo general, tienen casa y familia en la zona. La guerra en Irak es la historia más grande hoy en todo el mundo, y los fotógrafos, camarógrafos y reporteros iraquíes están bajo la presión de sus jefes, y la propia, para brindar una información que es cada vez es más difícil proporcionar" [4].
Incluso antes de la guerra del Golfo, en 1991, no cabía duda de que el CICR no podría permanecer ajeno a las evoluciones de la industria de los medios de información y que la cobertura las 24 horas del día de crisis de envergadura tendría consecuencias para su modus operandi. Le tomó cierto tiempo al CICR adaptarse a esas evoluciones, pero poco a poco tuvo que reconsiderar su antigua política de discreción con respecto a los medios. En los dos últimos decenios, el CICR tuvo que construir una red de encargados de relaciones con los medios (delegados de comunicación, en la jerga del CICR) e integrarlos en todas sus operaciones a nivel mundial.
Tras el escándalo causado por los malos tratos de que fueron objeto algunos detenidos en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak, por personal penitenciario de Estados Unidos, el concepto de confidencialidad de los informes que efectúa el CICR fue examinado públicamente. Se puso en duda lo que antes se daba por sentado, es decir que el principal objetivo de la modalidad de trabajo propia del CICR es beneficiar a los detenidos. Si bien los voceros del CICR poco podían decir para aplacar a las multitudes enfurecidas sobre el terreno, era fundamental llegar hasta los medios de información para hacer responsables a las autoridades detenedoras y preservar los derechos fundamentales de los detenidos. Un ejercicio de diplomacia, tal vez, pero que el CICR no podía eludir en el mundo mediático global de la actualidad.
Conflictos olvidados
Los planisferios que se hacían en el siglo diecinueve mostraban algunos espacios en blanco que indicaban territorios desconocidos, hasta que los exploradores y aventureros llegaran a poner banderas en las zonas más remotas y ayudaran a completar esos espacios. En la era de la comunicación global, la red Internet entrecruza los continentes, y gracias a la tecnología satelital es posible transmitir en cualquier punto del planeta. Pero, en el siglo veintiuno, el mapa de África sigue teniendo muchos espacios en blanco para los medios internacionales que tratan de "cubrir" más de cincuenta países desde una o dos oficinas.
Ello plantea la cuestión de la responsabilidad en el ejercicio de la profesión, tanto de los periodistas como de los actores humanitarios. ¿A quién corresponde la obligación de investigar temas como los conflictos, las epidemias y las hambrunas, y alertar sobre posibles catástrofes a la comunidad internacional, antes de que hayan producido todos sus efectos? ¿Corresponde a las organizaciones humanitarias o a los medios de comunicación dar la alarma y llamar la atención sobre situaciones de emergencia?
En agosto de 2005, John Birt, director general saliente de la BBC, dio la conferencia MacTaggart en Edimburgo. Consideró que "en Gran Bretaña, la radio y la televisión, así como la prensa escrita, al igual que el Parlamento mismo, cumplen una tarea sumamente importante: que quienes están en el poder se responsabilicen cada día de aquello que manifiestamente está mal". Luego dijo: "Pero nuestros medios son menos idóneos en algo que es, cuando menos, igualmente importante: presionar a los gobiernos para que hagan lo correcto, diagnosticar las causas profundas de nuestros problemas, muchos de los cuales se han gestado durante decenios, e identificar y elaborar soluciones sólidas y perdurables para esos problemas" [5].
La misma afirmación puede aplicarse a temas de política internacional, en la medida en que las crisis humanitarias a menudo no se ven hasta que realmente estallan, con consecuencias fatales. El estallido del conflicto en Darfur es un ejemplo elocuente, al igual que la hambruna en Níger, en el verano de 2005. Muchas otras situaciones podrían citarse, y los organismos humanitarios, incluido el CICR, han acuñado el término "conflictos olvidados" para describir las catástrofes provocadas por el hombre en lugares remotos del planeta.
¿Existe la posibilidad de que eventualmente se produzca un cambio, con el surgimiento del periodismo ciudadano y el número creciente de "bloggers" (cronistas en línea) que proporcionan historias de vida directamente desde zonas de guerra donde es posible conectarse a Internet? Salam Pax fue un fenómeno durante la invasión de Irak, en la primavera de 2003, porque se convirtió en la voz del pueblo bagdadí. ¿Debe concluirse entonces que los "bloggers" pueden influir en los programas políticos de los Gobiernos o que pueden forzar el ingreso de una historia en los principales medios de información?
El 26 de diciembre de 2004, la BBC se encontró sobrepasada por los más de cincuenta mil mensajes de texto enviados por personas que habían sobrevivido al maremoto en el sudeste asiático. No había manera de revisar ese material y utilizarlo para la cobertura inmediata del hecho. Éste tomó al mundo desprevenido, y los reporteros sólo podían ir hasta el lugar para hacer una cobertura mediática después de la catástrofe. Las redes de medios establecidos rápidamente hicieron el relevo de la multitud de mensajes privados y demostraron que el periodismo informativo requiere un nivel de profesionalismo que va más allá del mero hecho de tomar una fotografía de un acontecimiento del que uno es testigo por casualidad.
Tras las explosiones que conmocionaron el centro de Londres el 7 de julio de 2005, no hubo una afluencia visible de periodismo ciudadano en el Reino Unido, sobre todo porque los medios británicos son muy diversos y procuran responder a prácticamente todas las necesidades de información imaginables del público.
La situación es totalmente diferente en Corea del Sur, donde surgió el fenómeno del periodismo ciudadano, el año 2000, cuando un periodista frustrado, Oh Yeon Ho, lanzó una plataforma que ahora recibe contribuciones de decenas de miles de personas. El sitio Ohmynews publica historias sobre una amplia gama de temas, incluidos comentarios sobre cuestiones de actualidad, como las hostilidades en Irak. Esta experiencia coreana no ha sido la única. Existen numerosos sitios en todo el mundo que tratan de superar las limitaciones inherentes a las páginas de "bloggers" usuales, haciendo una revisión profesional de las contribuciones antes de publicarlas en línea.
"Estos sitios están cambiando la naturaleza de las noticias", dijo Elizabeth Lee, quien lanzó iTalkNews. "En general, las noticias pasan desde arriba hacia abajo. Queremos noticias que vengan de la gente, hacia arriba. Nuestro método es una manera de dar noticias mucho más sensibles a las actitudes y preocupaciones del mundo real" [6].
Según la profesora Mary Kaldor, de la London School of Economics, "la sociedad civil global es una plataforma habitada por activistas (o posmarxistas), ONG y neoliberales, así como por grupos nacionales y religiosos, donde debaten, abogan por (o en contra de), negocian, o presionan para lograr los acuerdos que moldean la evolución global (...). El surgimiento de este fenómeno hace que el término "relaciones internacionales" se vuelva mucho menos apropiado" [7].
Con ese telón de fondo de sucesos mundiales que cambian rápidamente, los medios de información establecidos están muy conscientes de la urgencia de reafirmar su misión y estar en condiciones de responder a las expectativas de públicos versátiles. En abril de 2005, Rupert Murdoch dijo que "los jóvenes no quieren depender del periódico matutino para mantenerse informados. No quieren depender de una figura divina que les diga, desde arriba, qué es importante" [8]. La gran dama de los medios mundiales, la respetable BBC, está considerando impartir formación a periodistas ciudadanos, tras los informes de los sobrevivientes al maremoto ocurrido en el sudeste asiático, en 2004.
Es cierto que los nuevos medios de comunicación han cambiado el panorama, pero ha de reconocerse que el acceso a Internet dista de ser universal. En muchos conflictos armados locales, las víctimas por lo general pertenecen a segmentos de la sociedad privados de sus derechos, viven en zonas aisladas y no tienen acceso al teléfono, mucho menos a la computadora.
Y, además, la brecha tecnológica puede no ser el principal obstáculo al flujo de información entre comunidades desfavorecidas en África, América Latina o Asia, y las redes mediáticas globales. Las restricciones editoriales en la sala de redacción son el verdadero terreno de prueba para el periodista que ha sido testigo de hechos terribles en un lugar del planeta que no es prioritario para su editor. Si bien la cólera de un reportero que llama desde el escenario donde se cometen atrocidades puede ser, a veces, unidimensional, corresponde al editor ponerla en perspectiva, y no dejarla de lado. Por desgracia, el truismo de la sala de redacción estadounidense sigue siendo escandalosamente cierto hoy en día: "Un bombero muerto en Brooklyn vale cinco policías ingleses, que a su vez valen 50 árabes, que a su vez valen 500 africanos".
¿Acaso el idealista humanitario que trabaja duramente en un desolado campamento de refugiados, el delegado del CICR que se esfuerza por entregar material médico a un hospital de emergencia sumergido en la sangre de las víctimas de bombardeos, están en una mejor posición para alzar la voz y hacerse oír "en un mundo de comunicación en que la norma es mantener sin interrupciones un flujo de informaciones instantáneas? [9]".
¿Crisis en los medios?
En una conferencia que dio en Melbourne, en octubre de 2004, David Hare, el autor de "Stuff Happens", una obra sobre el proceso diplomático que desembocó en la invasión de Irak, sostuvo:
"Todos sabemos que la televisión y los periódicos, sin lugar a dudas, nos han desilusionado, y a tal punto que ello no parece poder repararse, por su cobertura trivial y parcial de temas cruciales de guerra y paz. (...) Las excusas expresadas en la primera plana de algunos de los periódicos estadounidenses más respetables, en las que reconocían cierta ingenuidad profesional, difícilmente sean apropiadas..."
La inédita cantidad de ataques contra los medios en los últimos años ha desencadenado una ola de artículos y comentarios introspectivos en los principales periódicos, lo que demuestra que existe una preocupación generalizada sobre los medios, tanto entre los periodistas, como en la sociedad en general. Alan Rusbridger, redactor jefe de The Guardian, la resume de esta manera: "una confluencia de técnicas de presentación, una sensación de que las fuerzas del mercado determinan cada vez más los contenidos, y un sentimiento generalizado de que los periódicos no están cumpliendo su obligación de representar fielmente la complejidad de algunos de los temas más importantes" [10].
Si hay una crisis, puede deberse tanto a una brecha generacional, como a intereses nacionales. Están los periodistas que recuerdan los días en que pensaban que podían aportar una diferencia y genuinamente creían en la independencia de los medios, y hay un nuevo ambiente mediático que ellos no reconocen. "Ya no entiendo este ámbito", dice Seymour Hersh, "es como si se diera el mismo peso a todas las palabras" [11]. En cuanto a los intereses nacionales, el surgimiento de redes mediáticas globales en los principales idiomas ha provocado una "parroquialización" de los públicos, ya que cada uno puede conectarse a la cadena de noticias que represente la cultura que reconoce como propia, sea al Jazeera o Fox News, o alguna intermedia. Los principales conglomerados mediáticos pueden no tener necesariamente un punto de vista político específico sobre cada tema mundial, pero sus acciones, guiadas por un interés comercial, apuntan a sostener un entorno empresarial amigable, y no a cuestionar las políticas gubernamentales sobre temas de justicia y supervivencia en el mundo en desarrollo.
Ahora parece que los servicios de radio y televisión públicos, cuando existen, tienen que librar una ardua batalla para mantener sus criterios ante los intereses corporativos de las redes globales. Helen Boaden, directora de BBC News, dijo recientemente que tenía una idea clara de lo que espera de BBC News, especialmente de su servicio de información permanente. "Creo que lo importante para News 24 es ser el primero y dar información fidedigna y confiable. Para los servicios que brindan noticias las 24 horas del día, el peligro es convertirse en un servicio permanente de rumores y especulaciones. Eso es exactamente lo que no queremos para News 24" [12].
Cuando tiene que informar sobre un conflicto armado con mucha repercusión en los medios, un sistema de noticias permanente rápidamente se halla ante el problema de sostener su propio ritmo de "noticias de último minuto" para mantenerse a la par de la competencia. Y tiene que hacerlo con el riesgo de dar una representación equivocada de lo que realmente está sucediendo sobre el terreno. La ofensiva contra Irak en la primavera de 2003 fue el epítome del frenesí mediático mundial. Recuerdo ocasiones en que, oficiando como vocero del CICR en Bagdad, los periodistas me preguntaban, en entrevistas por teléfono satelital: "¿Cuál es la escena más atroz que ha visto en las últimas horas?"
El problema con este tipo de comunicación es que las declaraciones se utilizan luego como cuña de audio. El lenguaje se vuelve estereotipado, y se corre el riesgo de representar la realidad erróneamente, porque todo lo que uno dice va a terminar siendo repetido como cuña de audio. Cada palabra cuenta, lo que anula cualquier intento de poner el asunto en perspectiva y dar un sentido a los acontecimientos a medida que tienen lugar.
¿El CICR tiene la lengua trabada?
Verba volant scripta manent, creían los romanos. Las palabras vuelan, los escritos quedan. En el entorno mediático actual, pareciera que tanto las palabras como los escritos vuelan y pueden dar ciertos giros de los que una institución como el CICR permanentemente trata de resguardarse.
El nudo gordiano de la misión del CICR se origina en el cometido doble que le ha sido asignado en los Convenios de Ginebra. Por un lado, el CICR debe velar por el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario; por otro lado, debe proteger a los prisioneros de guerra y a las otras personas que tienen derecho a recibir protección en virtud de ese derecho. Por ello, suele hallarse en la delicada situación de tener que limitarse a hacer gestiones confidenciales ante una parte en un conflicto armado que no respeta el derecho y eludir las preguntas que le formulen los medios.
Una nota sobre medios de comunicación que no hace mucho tiempo hizo circular internamente una delegación del CICR ilustra esa posición casi insostenible. Subraya que, si bien es deseable que la operación que el CICR realiza en el país X tenga visibilidad en los medios internacionales, el proceso para lograr esa visibilidad puede no serlo, sobre todo cuando la presencia de equipos de periodistas junto al CICR es contraria a la imagen y la identidad que la Institución quiere reflejar dentro del país, identidad que es fundamental para los requisitos operacionales de aceptación, acceso y seguridad.
Los delegados del CICR instalan campamentos en zonas afectadas por guerras y prestan ayuda a las víctimas. Paralelamente, se esfuerzan por interceder ante las partes beligerantes, con la esperanza de evitar sufrimientos innecesarios a las personas protegidas por los Convenios de Ginebra, es decir los prisioneros de guerra y las personas civiles que no participan en las hostilidades. La marca distintiva del CICR siempre ha sido la neutralidad y la imparcialidad, pero esos conceptos están abiertos a la interpretación de las partes en conflicto. En muchos casos, las partes toleran la presencia de delegados del CICR en el terreno, y sobre todo en lugares de detención, sólo con la condición de que el CICR no publique sus observaciones ni sus comentarios sobre la conducción de las hostilidades.
El conflicto en ex Yugoslavia, con su retahíla de horrores perpetrados entre 1992 y 1995 en Bosnia, y sobre todo la masacre de Srebrenica, puso en el candelero los principios del derecho internacional humanitario. La inobservancia deliberada, por las partes beligerantes, de las disposiciones específicas de los Convenios de Ginebra tuvo la consecuencia imprevista de alertar a los reporteros sobre la necesidad de informar acerca de las violaciones del derecho internacional humanitario. El llamamiento más fuerte por el respeto del tercer Convenio de Ginebra tal vez haya sido la publicación, en la primera plana de periódicos de todo el mundo, de las tristemente célebres fotografías de prisioneros de guerra en estado de inanición. Sin duda, ello superó la capacidad del CICR de hacer gestiones en pos de la protección de los detenidos.
Dilema común
En ese aspecto, el CICR y los medios afrontan, aunque desde lugares diferentes, el mismo reto: explorar los límites de su enfoque metodológico respectivo. Para el CICR, ello significa tener que decidir, por lo general caso por caso, cuáles serían las ventajas y las desventajas de hacer una declaración pública sobre una situación dada. ¿Existe alguna razón para creer que la difícil situación de un grupo de personas puede mejorar significativamente –y que a veces pueden salvarse vidas– mediante una declaración oficial o un llamamiento que los medios harían circular? ¿Esa medida necesariamente conllevaría el fin de la presencia y las actividades del CICR en el territorio de la parte incriminada?
Corresponderá a los medios de comunicación determinar si los periodistas tienen la responsabilidad de informar sobre conflictos armados haciendo referencia a qué constituye una violación del derecho internacional humanitario y, en caso afirmativo, cómo deberían hacer esa referencia. ¿Los periodistas deberían informar sobre las circunstancias de la perpetración de un acto de guerra ilícito del mismo modo que cubrirían la investigación de un crimen común? ¿O el papel de los periodistas consiste más bien en hacer hincapié en los principios de derecho humanitario, denunciar las violaciones de ese derecho, hablar en favor de las víctimas, promover la paz? El cambio puede ser gradual, pero lógicamente transforma a los periodistas en defensores y militantes de una causa.
El periodismo cívico ha sido un concepto debatible desde finales de la Guerra Fría; cabe recordar que históricamente ha sido un tipo de periodismo empleado en ambos lados de la cortina de hierro en apoyo de programas políticos diametralmente opuestos. Los funcionarios soviéticos lo utilizaban para dar legitimidad a su control de la prensa, mientras que los programas de radio auspiciados por Estados Unidos lo utilizaban para traspasar las fronteras y promocionar el proyecto liberal en el bloque del este.
La intensificación de la campaña militar para derrocar el régimen iraquí es un ejemplo más reciente de los riesgos de la cobertura mediática parcializada. Las redes de televisión independientes, como Fox News, adoptaron una línea clara a favor de la guerra, mientras que al Jazeera sostuvo al Ministro iraquí de Información, sin cuestionamientos, hasta las últimas horas antes de la caída de Bagdad.
Ello estaba en claro contraste con el código de conducta profesional, que estipula que "las decisiones sólo se toman por buenas razones editoriales, no como resultado de presiones indebidas, sea por intereses políticos, comerciales o especiales" [13]. Algunos medios pueden haber caído en la tentación de satisfacer las expectativas chauvinistas de su público, pero para otros la guerra en Irak fue una prueba decisiva sobre la independencia para tomar decisiones editoriales. La BBC ha tenido que luchar a través de una serie de comisiones de encuesta para poder seguir siendo fiel a su propio compromiso de integridad.
De conformidad con su neutralidad, el CICR no se pronuncia con respecto a las razones por las cuales las naciones o las facciones deciden enfrentarse en una guerra. No puede hacer comentarios sobre la legitimidad de un discurso político en comparación con otro, pero recuerda a los Gobiernos y sus fuerzas armadas la obligación que tienen de aplicar reglas de enfrentamiento compatibles con las disposiciones del derecho internacional humanitario. Antes del estallido de las hostilidades en Irak, en marzo de 2003, el CICR hizo gestiones ante los Gobiernos de todos los países de la coalición y el Gobierno de Irak. Hizo pública esa acción, y los periódicos Financial Times y Le Monde aceptaron publicar un editorial firmado por el director general del CICR.
Hasta aquí, todo bien. Existe una similitud entre la neutralidad del CICR y la integridad y la independencia editorial de los medios. En cuanto a ideales, tanto la prensa como los organismos humanitarios tienen libertad para decidir por sí mismos el papel que eligen cumplir como agentes independientes. La prueba de realidad se presenta bajo la forma de un dilema moral con el que tropiezan cuando tratan de actuar profesionalmente en medio de situaciones de emergencia cada vez más complejas en zonas de guerra.
A veces, los reporteros de guerra pueden percibir que los delegados del CICR en el terreno son excesivamente discretos, pero quienes tienen larga experiencia como reporteros de guerra en general valoran la plena fiabilidad del CICR como fuente de información. En la relación entre un organismo humanitario independiente, como el CICR, y los medios independientes, ninguna de las partes debe intentar utilizar a la otra. Por el contrario, si ambos afrontan el mismo dilema, sin duda existen maneras de que compartan parcialmente las soluciones.
En los años setenta y ochenta, al CICR le tomó cierto tiempo deshacerse de su sospecha institucionalizada con respecto a los medios de comunicación. Ahora ha tomado plena conciencia del potencial que éstos tienen para influir en la opinión pública y, en última instancia, en las decisiones de los estrategas y los políticos durante los conflictos armados. La cobertura de un ataque de mortero contra un mercado de Sarajevo, en febrero de 1994, tuvo un papel clave para lograr que el ultimátum de la OTAN de poner término al bombardeo de la ciudad se hiciera efectivo. El corresponsal de la BBC Martin Bell habló entonces de un periodismo de "apego" y dijo que los periodistas "habían sido llevados hacia esa guerra como algo más que testigos y cronistas. También participaban en ella" [14].
De modo que los periodistas pueden ser socios en la acción humanitaria, cuando informan adecuadamente sobre actos de guerra; por ejemplo, haciendo responsables a las partes en conflicto, con arreglo a los artículos específicos de los Convenios de Ginebra. No deben abandonar su objetividad e integridad al hacerlo. Tan sólo necesitan conocer el significado, desde el punto de vista del derecho internacional humanitario, de los hechos que informan. Muchos periodistas han aprendido esta lección por sí mismos, leyendo los Convenios de Ginebra en largas noches pasadas en refugios contra bombardeos, en Sarajevo.
Diez años más tarde, el mundo ha cambiado, y una nueva declaración de las Naciones Unidas sobre "La responsabilidad de proteger" abre nuevas perspectivas. Unos 191 países han acordado reafirmar el derecho internacional, es decir que la comunidad mundial tiene derecho a iniciar acciones militares, en caso de que "las autoridades nacionales manifiestamente no garanticen la protección de su población contra el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes contra la humanidad". Ello no borrará la memoria de lo acaecido en Bosnia y Rwanda, pero es un intento de evitar que se cometan tales atrocidades en el futuro.
Representaciones y percepciones
"Lo que más se desea ver y escuchar en los hogares es el relato mítico de la guerra. La realidad de las guerras es tan repulsiva y horrorosa, que si la viéramos, nos sería muy duro librarlas" [15].
La naturaleza ambivalente de esta hipótesis resume la compleja actitud de los medios y del público con respecto a la representación de la guerra. En una época en que los llamados "programas de telerrealidad" están invadiendo la televisión en todo el mundo, se ha debatido mucho acerca de la transmisión de imágenes que se consideran ofensivas.
Para conmemorar el sexagésimo aniversario del bombardeo nuclear contra Hiroshima, la BBC transmitió "un poderoso y perturbador documental dramatizado de 90 minutos" sobre lo que sucedió realmente, con relatos de testigos oculares, subtitulado original, infografías y reconstrucciones a escala real. El documental narra la historia de un trauma extremo: la ciencia, la política, la misión, la explosión, los incendios, los efectos residuales [16]. La distancia histórica con respecto a los acontecimientos permite al público mirar este tipo de producción como un mero documental y afrontarlo como tal: el fenómeno, con todo su horror, ya es pasado. El documental es informativo y podría ayudar a algunas de las personas directamente afectadas a hacer un cierre, aunque para la mayoría es demasiado tarde.
Las crudas imágenes de los rehenes decapitados en Irak tuvo el efecto opuesto. Euronews, por su parte, transmitió la terrible escena una vez y la retiró inmediatamente de sus boletines de noticias, cuando vio que había causado revulsión generalizada en el público. Hubo un debate durante semanas acerca de la naturaleza del tabú que hace que la transmisión de esas imágenes sea reprensible, aparte de su explotación política, ya que al Jazeera continuó utilizándolas por algún tiempo.
Cuando el Canal Cuatro del Reino Unido decidió abordar el tema de los malos tratos infligidos a los prisioneros en la Bahía de Guantánamo, adoptó el enfoque innovador de reclutar voluntarios dispuestos a ser detenidos incomunicados y someterse a interrogatorios rigurosos y otras técnicas que supuestamente se utilizaban en ese lugar de detención. En ese sentido, el documental no consistía en una mera actuación; era lo más real posible, dado que los voluntarios podían pedir detener el ejercicio, si sentían que habían llegado a su límite. Aparte de la violencia de la demostración (los voluntarios llegaron a pedir piedad), la transmisión de esas escenas plantea numerosas cuestiones en cuanto a la sensibilidad del público y la tendencia de los medios contemporáneos a aprovecharla.
Una vez más, ese programa podría haber hecho más que construir una opinión pública opuesta a la práctica de la tortura, que los comunicados de prensa oficiales del CICR o de otros organismos de derechos humanos. Sin embargo, este argumento pragmático y utilitario no significa necesariamente que esos programas estén exentos de todo cuestionamiento moral.
Queda por ver si este tipo de programas tiende, en el largo plazo, a insensibilizar al público sobre temas de violencia, destrucción y perpetración de violaciones graves de los derechos fundamentales en situaciones de conflicto. "Yahoo, en su primer gran paso hacia la transmisión de vídeos en línea, apuesta a que la guerra y los conflictos atraigan nuevos visitantes. Ahora ha contratado a Kevin Sites, un experimentado corresponsal de televisión, para que produzca un sitio Web multimedia que informará sobre las guerras en curso en todo el mundo. El señor Sites dijo que esperaba que los usuarios de Yahoo comprendieran que lo que estaba haciendo era diferente de los blogs de opinión masivos y otros sitios Web. "Somos una entidad periodística que trata de actuar con un grado de responsabilidad que no siempre se ve en Internet", dijo [17].
Como se dijo más arriba, los Convenios de Ginebra pertenecen a la comunidad internacional. Ni el CICR ni los periodistas tienen el monopolio de su interpretación, pero cada uno tiene una obligación específica de actuar ante quienes son responsables, en definitiva, de garantizar el respeto de las disposiciones del derecho internacional humanitario.
La comunidad internacional ha encomendado al CICR que actúe como intermediario neutral entre las partes en conflictos armados y en favor de las personas protegidas por los Convenios de Ginebra. "Por su tradicional función de perro guardián, la prensa tiene la obligación de informar acerca del quebrantamiento de la ley, sobre todo si el infractor es un Estado o una institución financiada con dinero de los contribuyentes" [18].
La neutralidad activa por parte del CICR y la integridad editorial por parte de los medios de comunicación probablemente sean exigencias muy estrictas en los años venideros, pero ni el CICR ni los reporteros de guerra pueden permitirse ignorarlas.
Notas
[1] Frase citada por Alan Rusbridger, en la primera edición del nuevo formato berlinés de The Guardian, 9 de septiembre de 2005.
[2] Marc Weingarten, Who is Afraid of Tom Wolfe? How New Journalism Rewrote the World, Aurum Press, 2005.
[3] John Kleinwith, revista Time, 26 de septiembre de 2005.
[4] Ghaith Abdul-Ahad, "How can you establish a free media in such fear and anarchy", The Guardian, 26 de septiembre de 2005.
[5] The Guardian, 26 de agosto de 2005.
[6] David Mattin, "We are changing the nature of news", Media Guardian, 15 de agosto de 2005.
[7] Profesora Mary Kaldor, "The idea of global civil society", Martin Wight Memorial Lecture, Universidad de Essex, 31 de octubre de 2002.
[8] Maureen Dowd, "Smoke gets in our news", New York Times, 20 de abril de 2005.
[9] "This media tribe disfigures public life", discurso pronunciado por el Arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, en Lambeth Palace, 15 de junio de 2005.
[10] "This is not about name-calling, it is about scrutiny" (No se trata de poner nombres, se trata de hacer un examen minucioso.), comentaba Alan Rusbridger en The Media Guardian, 14 de marzo de 2005.
[11] Seymour Hersh, "Scoop", Times Literary Supplement, 9 de octubre de 2004.
[12] Matt Wells, "Have I got news for you", Media Guardian, 12 de septiembre de 2005.
[13] BBC Producer´s Guidelines, p. 7.
[14] Mark Thompson, Forging War: The Media in Serbia, Croatia, Bosnia and Herzegovina, artículo 19, The Bath Press, Avon, 1994.
[15] Chris Hedges, "On war", New York Review of Books, 16 de diciembre de 2004.
[16] Dart Centre for Journalism & Trauma, sitio Web visitado el 2 de septiembre de 2005.
[17] Saul Hansell, "Yahoo hires journalist to report on wars", New York Times, 12 de septiembre de 2005.
[18] Roy W. Gutman, "En el punto de mira: violaciones del derecho internacional humanitario - Cometido de los medios de comunicación", Revista Internacional de la Cruz Roja, diciembre de 1998, disponible en www.cicr.org/spa/revista.
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