Radio Nacional de España




sábado, 24 de marzo de 2007

¿QUÉ ES EL PERIODISMO CIENTÍFICO?

Por: Sebastián Musso

La expresión incomoda a muchos, no se sabe muy bien si expresa un estudio científico de la actividad periodística o una forma de hacer periodismo con herramientas tomadas de las ciencias exactas y naturales comúnmente reconocidas únicamente a ellas como ciencias. El primer caso existe, como toda disciplina que pretende tomarse en serio su labor, el periodismo se auto-estudia, se cuestiona sus métodos y algunas veces, hasta se responde con explicaciones que llegan a conformar a un porcentaje mayor al veinte por ciento. La segunda posibilidad no sería de extrañar, a menudo la discriminación se traduce en “propiofobia” (acabo de inventar el término, pero… si Fantino está en la Real Academia Española…) y los estudiosos de la ciencias sociales buscan reconocimiento a sus trabajos forzando los métodos de las disciplinas históricas a sus propias investigaciones resultando en la mayoría de los casos, incompatibles.


Ni una cosa, ni la otra. José Marques de Melo, investigador y profesor brasileño, considera al periodismo científico “como un proceso social que se articula a partir de la relación entre organizaciones formales (editoras, emisoras) y la colectividad (diferentes públicos) a través de canales de difusión (diario, revista, radio, televisión, etc) que aseguran la transmisión de informaciones (actuales) de naturaleza científica y tecnológica, en función de intereses y expectativas (universos culturales o ideológicos)”.

El especialista brasileño Wilson da Costa Bueno (1985) describe al periodismo científico como un caso particular de la difusión científica entendiendo a esta última como cualquier proceso o recurso utilizado para vehiculizar informaciones científicas y tecnológicas. Puede darse: 1) difusión para especialistas y 2) difusión para público en general, es decir, divulgación.

La palabra científico, ya no aquí analizada tras la otra: periodismo, sino sola, nos muestra una culminación de un proceso no se si deseable pero irremediable de nuestros días. En 1895 el “Daily News”, de Londres protestaba contra el empleo de la palabra científico. Sería de desear la idea de “filosofía natural” que implica el cultivo de la sabiduría por afición, la curiosidad por la naturaleza como un todo indivisible y que se contrapone a nuestra idea actual de la hiperespecialización y por ella, la creación de una cantidad abrumadora de metalenguajes solo entendibles por una elite que se pretende diferenciar, incluso, de las otras, a veces, de la misma rama general de la ciencia.

Pero ya en nuestros días también existen dos periodismos científicos, el que muestra el conocimiento en general y el que pone el acento en la utilidad inmediata de este en nuestra vida cotidiana. Responde este último a una respuesta inconsciente al ataque, a la pregunta de ¿para qué este observatorio si a tantos kilómetros los chicos se mueren de hambre? Trata de concretizar sobre la importancia de la investigación científica para el mejoramiento de nuestras vidas y para eliminar en el futuro los problemas que solo son apaciguables parcialmente hoy. Igualmente el periodismo científico que presenta únicamente las investigaciones “rápidamente útiles” se enfrenta de una manera mucho más cruda a la valoración de la investigación. Algo que es incompatible con el conocimiento. La ciencia, en tanto herramienta para buscar las verdades no es buena ni mala. La técnica o si preferimos llamarla la tecnología que da uso aplicado a esos conocimientos es la única susceptible de valoración.

El mismo proceso que se realiza desde hace 4.600 millones de años en el interior del Sol y que hace a esta estrella brillar, entre otras cosas, para permitir la vida en la Tierra y nuestra propia existencia, se repite de forma artificial en las bombas de hidrógeno que nos han dado las imágenes más lamentables de nuestra historia.

HISTORIA DEL PERIODISMO CIENTÍFICO Y DE LA DIVULGACIÓN

El conocimiento no fue para todos a lo largo de la historia, más bien fue para pocos. En el caso de la astronomía tenemos grandes aportes observacionales de quienes pudieron construirse su propio observatorio, caso Tycho Brahe o Tales de Mileto o aquellos que sólo por la casualidad accedieron a una escolarización importante: Nicolás Copérnico es tomado bajo la tutela de su tío materno el arzobispo de Cracovia.

Para Fontenelle, en el siglo XVII la divulgación era una cuestión de clases. En el Café Procope, un centro intelectual del París de esa época el pensador declaró: “si mi mano estuviera cargada de conocimiento, no la abriría a la gente”. Esto que parece de una ideología discriminante y egocéntrica (de hecho puede serlo también) obedece a que el vulgo no tenía ni las más mínimas herramientas para entender incluso los conceptos más sencillos.

En la primera mitad del siglo XIX, Henry Brougham funda la Sociedad para la Divulgación del Conocimiento Útil, para proporcionar a los obreros una educación científica. Pero todavía no era para todos pues todos no tenían un paso por la educación formal suficiente y necesario como para a partir de allí aumentar sus conocimientos. Incluso hoy sería bueno preguntarse en nuestro país cuál es el porcentaje de la población que está en condiciones de disfrutar de nuestros mensajes científicos.

PARA QUÉ SIRVE O PARA QUÉ DEBERÍA SERVIR EL PERIODISMO CIENTÍFICO:

Antes de dar una mirada de las funciones que debe cumplir el periodismo científico desde la óptica de los estudiosos del tema explicaré que la discusión es mucho más complicada y esto tiene que ver con la enorme diversidad de actores que intervienen en el fenómeno y sus características distintivas.

Julio Abramczyk, médico cardiólogo y comunicador científico en la Folha de Sao Paulo sostiene que “promover la aproximación del gran público con la ciencia es el primer objetivo de la popularización de la ciencia. Los medios de comunicación de masas son una de las mejores formas de promover el acceso al conocimiento. Hay consenso de lo altamente positivo que resulta la presencia de información científica en los medios de comunicación”.

El periodismo científico es una actividad que realizan los periodistas y con ellos las funciones se delimitarán en aquellas que se reconocen a todas las producciones mediáticas, pero también hacen divulgación los científicos interesados en contar sus investigaciones al público en general y allí pondrán otras expectativas diferentes, incluso desarrollarán esta actividad aquellos científicos que estén obligados por sus organismos y oficinas de investigación a justificar sus investigaciones con cierto aporte a la comunidad y se confundirá a menudo divulgación con adoctrinamiento sobre la importancia de su labor y dejará entrever un “en el futuro no me cuestione sobre cosas que usted no entiende” planteado de manera más o menos elegante. Como actores estarán los científicos consultados por los periodistas e intervendrán los prejuicios que cada grupo tiene del otro. Por último existirán los divulgadores que con más o menos habilidad personal adopten esta tarea y serán presentados por los medios como “expertos” entendiéndose esto en que saben del tema pero no tienen manera formal de acreditarlo.

Para el brasileño José Reis, el PC (lo llamaremos así aunque pueda confundirse con Partido Comunista o Personal Computer) debe cumplir estas seis funciones básicas:

1) Informativa:
2) Educativa:
3) Social:
4) Cultural: He aquí algo que me interesa puntualizar y que será responsabilidad del futuro inmediato cambiar en la sociedad en su conjunto y principalmente en aquellos responsables de tomar decisiones y valorizar labores. Consideramos personas cultas a quienes saben los conceptos básicos de la obra de Maquiavello o incluso de qué corriente es tal o cual obra artística pero excluimos de esta cultura general el conocimiento de la Teoría del Big Bang o los fundamentos del darwinismo. Algunas personas cultas incluso llegan a vanagloriarse del hecho de que las matemáticas “no son para ellos” o confesar su afición por la astrología.

Según Manuel Calvo Hernando hay que “tener presente la idea que hay una sola cultura y que la dicotomía entre ciencias y humanidades es falsa y arriesgada (…) necesitamos practicar la creencia de que necesitamos conocer a Cervantes y a Goethe junto con Einstein y Max Plank, el Taj-Majal y las partículas elementales, el Partenón y los ácidos nucleicos.

5) Económica:
6) Político-ideológica:

Wilson da Costa Bueno, también fija seis “tareas irrenunciables” según él para el periodismo científico, son las mismas de Reis y las que iremos desarrollando más adelante en este trabajo.

También los autores Smail Ait El Hadj y Claire Bélisle señalan que el periodismo científico debe tener como objetivos los siguientes:

1) Difusión:
2) Información:
3) Motivación:
4) Iniciación:
5) Movilización:
6) Modelador de opinión:
7) Reconciliación del público con la ciencia:
8) Reorganizar la economía del conocimiento:

¿Pero a quién le sirve? Sergio Prenafeta, un periodista científico chileno cree que la actividad aporta distintos elementos a muy diversos públicos: al educador, le actualiza los conocimientos mientras que al político le ayuda a planificar y a tomar decisiones. Muchas veces conversando con mi amigo Jaime García, un doctor en matemáticas aplicadas de San Rafael, Mendoza, hemos conversado sobre lo que él cree que nuestros científicos deberían copiar de sus pares norteamericanos. A su juicio no es la tecnología ni los recursos lo que más nos diferencia sino una mentalidad, una visión a futuro y una predisposición hacia la divulgación que en su mayoría, los científicos de Estados Unidos tienen muy incorporada: enseñar la importancia de la ciencia a los más chicos que serán los senadores que votarán a favor del presupuesto para la ciencia en las décadas futuras.

Particularmente yo charlaba esto mientras realizaba este trabajo con el director del departamento de extensión de la Facultad de Astronomía y Geofísica de La Plata. El principal objetivo de divulgación que esta entidad debe tener es enseñar los conceptos básicos de esta ciencia al público que los visita y a la comunidad en que están inmersos, pero también por su intermedio deben difundir la importancia de la profesión del investigador. Hace algunos años Marcelo Arnal, entonces director del Instituto Argentino de Radioastronomía se lamentaba en una nota en el diario Clarín del peligro de cierre de la institución por falta de presupuesto por parte del CONICET, muchos centros de aficionados a la astronomía nos movilizamos en pos de evitar esta pérdida mientras la mayoría de las personas no sabían qué tan importante es para Argentina tener una entidad de este tipo y por ende la reacción de la sociedad fue nula.

Prenafeta dice también que el PC sirve al industrial pues le permite conocer las innovaciones posibles concernientes a su actividad y al hombre de la calle le da un conocimiento que caracteriza nuestra época. El conocimiento científico no es, como diría alguna enciclopedia desactualizada recopilación de datos sobre ciencia, sino una contextualización, una ubicación de cómo sabemos hoy que es el mundo (al menos la mejor manera que tenemos en la actualidad de explicarlo). Un último punto en esta caracterización made in Chile es la del PC como ocio creativo, a lo largo de estas hojas se darán más de un ejemplo al respecto.

PRACTICAR LA DEMOCRACIA CON LO NO DEMOCRÁTICO

El periodismo científico tendrá su sentido en la faz social, como se dirá muchas veces en estas páginas compartirá con otras especialidades del periodismo su función democratizadora. Sin embargo, si hay algo que no es la ciencia es democrática. La ciencia es herética, es ruptura con lo establecido. La sociedad científica determina cuáles preguntas pueden resolverse y cuáles se encuentran fuera de las posibilidades de los paradigmas de la época. Paradigmas que condicionan en todos los casos esas mismas respuestas posibles.

La ciencia premia a sus investigadores pero castiga a los divulgadores, ya que ellos “pierden su tiempo” en tareas que no son oficialmente reconocidas. Pero el conocimiento científico no es democrático, está sujeto a la aprobación de los pares no al juicio de la mayoría. Por un lado mejor. En palabras de José Antonio Chamizo Guerrero en el libro “Antología de la divulgación de la ciencia en México”: “La Tierra sería plana y estaría inmóvil con el Sol girando alrededor de ella” si la cosa fuera por votación.

Como decía Isaac Asimov, “el aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría”. Alvin Toffler acuñó en 1965, en un artículo publicado en la revista Horizon, el término shock del futuro para designar “las desastrosas tensión y desorientación que provoca en los individuos el obligarles a un cambio excesivo en un lapso de tiempo demasiado breve”. Y advertía: “A menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo de adaptación”.

Si trasladamos esta idea al terreno de la ciencia, la aceleración del progreso choca con la inercia de la naturaleza humana, que además desconfía por experiencia. Los avances científicos no siempre han resuelto los problemas de la sociedad; también los han agravado e, incluso, han creado otros nuevos. Ya veremos en este trabajo los grandes aportes concretamente de la astronomía a mejorar nuestra calidad de vida pero minimizar o tratar de esconder casos como Chernobyl o Hiroshima es una tarea perdida de antemano.

ESTADO ACTUAL DE LA CIENCIA… DIFÍCIL TAREA DEL DIVULGADOR:

Es interesante darse cuenta que en la actualidad las preguntas más profundas de la historia de la humanidad tienen respuesta (aunque que esta sea correcta y absoluta es tema de otra discusión), las preguntas acerca de los orígenes del universo, de la vida y dentro de ella, de nosotros mismos hoy pueden ser representadas en modelos matemáticos o recreaciones computarizadas. El 90 por ciento de los científicos que ha vivido en el mundo viven en la actualidad, son 40 millones de hombres y mujeres de ciencia, más de la población actual de la República Argentina, aunque otra lectura nos dirá que representa tan sólo el 1 por ciento de la población mundial. El 99 por ciento restante no entiende en su gran mayoría ni de ciencia ni de tecnología y en su visión más optimista si conoce bastante de una rama de la ciencia es más que probable que no tenga ni idea del resto o no llegue a dimensionar de los contenidos sus implicancias. Es responsabilidad del divulgador en las calles y del periodista científico en los medios llevar ese saber a la gran mayoría.

En la antigua Grecia, quien conociera un millón de datos lo sabía prácticamente todo, hoy eso corresponde al 0,01% de los conocimientos totales de la humanidad. Los medios de comunicación nos han hecho creer que el Renacimiento fue la etapa de la historia de exclusión del conocimiento por excelencia y que hoy el gran acceso a la información ha solucionado ese defasaje, sin embargo hoy más que nunca la elite científica y el “hombre común” están separados por un abismo.

Solo se valora lo que se conoce, aún en la actualidad los padres en su mayoría confiesan querer de sus hijos un título de abogado o médico, pero el siglo XX no fue el siglo de las leyes sino el de la física y la astronomía, en ese campo se dieron los más grandes cambios y las revoluciones más radicales, este siglo XXI será sin duda alguna el siglo de la biología, más bien, de la genética.

La tarea del divulgador será la de ayudar al ser humano en el “discernimiento ante la pluralidad” (Díaz Tortajada) y orientarlo hacia la lectura para la actualización, para la comprensión del mundo, para renovarse, para continuar por sí mismo la educación (Luis Enrique Padrón). Tenemos quienes hemos tomado por propia esta tarea explicar las diferencias entre un best seller y un libro con contenido importante, lamentablemente esto no siempre se da en forma conjunta. Hoy la ciencia entendida sin divulgación es su contradicción misma. Nació para eliminar el misterio y la magia, sin embargo, al no entenderla, muchos la miran con un temor supersticioso.

El periodista científico Luis Ángel Fernández Hermana ha reflexionado sobre lo que considera la manifestación de la crisis de un modelo informativo: los problemas derivados del mayor volumen de información (que no de acontecimientos, advierte), que debe comprimirse en los espacios estancos de los medios de comunicación clásicos. Así lo expuso en el I Congreso sobre Comunicación Social de la Ciencia, con una comunicación que llevaba por título metáforas astronómicas: “información: universo en expansión o agujero negro”. Hay muchos temas a comunicar y quienes nos dedicamos a la divulgación científica nos debemos topar con la angustiante realidad de que estos que nos parecen irrenunciables no son prioridad en los medios.

DIFERENCIAS ENTRE PERIODISMO CIENTÍFICO Y DIVULGACIÓN CIENTÍFICA.

Para Manuel Calvo Hernando el periodismo científico trata de “definir, con la mayor brevedad y aproximación posibles, algunos conceptos básicos para un entendimiento real de la difusión de la ciencia y la tecnología en los medios de comunicación”.

Aquí el periodismo científico será una parte más del engranaje que conforma la divulgación científica, entendida como la expresión que comprende toda actividad de explicación y difusión de los conocimientos, de la cultura y del pensamiento científico y técnico con dos premisas fundamentales: que se haga fuera del marco de la educación formal y que se realice sobre el público en general y no constituya una especialización de profesionales en determinado campo.

Así entra en escena otra forma de llamar a esta actividad: la vulgarización, que es hacer partícipe al vulgo del conocimiento científico. Esto quizás en nuestra cultura parece peyorativo, nos suena a vulgar y con eso pensamos en un contenido chabacano y sin nivel pero se trata de compartir con el pueblo, del que somos parte todos, lo que fue producido por una minoría especializada. La divulgación científica, concretamente convertida en periodismo científico desde el hecho que se hace mediante un medio de comunicación, tiene por premisa absoluta llevar el mensaje a la mayor cantidad de gente posible, apartando barreras lingüísticas y culturales, para beneficio principal del público menos beneficiado por la cultura.

En otro contexto, me encuentro en lo cotidiano con la siguiente realidad, cuando voy a dar una charla de astronomía a un colegio privado, en su mayoría, y esto a partir de los últimos cinco o seis años, me encuentro ante un porcentaje mayoritario de los alumnos con un grado interesante de información, quizás desordenada, pero informados. Mi tarea allí es organizar esos conceptos en una cosmovisión en concordancia con la actualmente aceptada por la ciencia y separar conceptos científicos de prejuicios previos o cosas mal aprendidas. Es muy distinta mi tarea en las escuelas de bajos recursos donde lo que planteo en las charlas es un mundo totalmente nuevo para la mayoría, soy su única fuente de información al respecto, soy quien les ha planteado la duda y en único que puede saciarles esas ganas de conocer.

En el Coloquio Internacional sobre el papel de los medios de comunicación en la divulgación de la ciencia (Estrasburgo, 1966) el divulgador francés Pierre de Latil definía divulgación como “el arte de explicar lo que sea, y no solamente ciencia”.

Más adelante en este trabajo se irán repasando las distintas razones fundamentales para que la divulgación científica en general y su forma de periodismo científico en los medios sea considerada vital dentro de la agenda presentada a la sociedad. Intento en este apartado definir la actividad y mostrar someramente su importancia sin llegar a aseveraciones demasiado pretenciosas como las de Jurdant quien sostiene que: “en la medida en que tienen como función recuperar el discurso científico, los divulgadores se convierten en los auténticos filósofos del siglo XX”.

Volviendo a mi experiencia personal y retomando el enfoque de la rama de la ciencia que nos ocupa en este escrito me he topado con una realidad que es interesante comentar en este capítulo. La diferencia entre enseñanza de la ciencia y divulgación o popularización de la ciencia. La enseñanza de la ciencia es patrimonio de la educación formal, busca forjar un camino que luego de recorrerse completamente, permitirá un acceso al conocimiento especializado y a la práctica real en las comunidades científicas, en términos novelistas digamos que busca formar a los futuros protagonistas de la ciencia. La divulgación tiene propósitos distintos, propicia el acercamiento de determinados sujetos culturales a distintos aspectos de la práctica científica buscando que estos aspectos (sociológicos, históricos, culturales) puedan ser objeto de reflexión y de una apropiación racional dentro de los marcos culturales de los destinatarios (Paul Bromberg y José Granés).

Son cosas distintas, tienen objetivos distintos, se dan en la mayoría de los casos en espacios físicos distintos y para gente muy distinta. Muchísimas veces me preguntan luego de hacer varios años de cursos de astronomía conmigo qué materias de la carrera de Licenciatura en Astronomía podrían aprobar, decepcionantemente la respuesta es ninguna. Los contenidos de la popularización no son los mismos que los de la educación formal a nivel universitario. En las facultades de astronomía de La Plata, Córdoba o San Juan se les enseña a sus alumnos las herramientas matemáticas y físicas para poder explicar en el futuro los procesos que dan forma y evolución al Cosmos y sus elementos. En la popularización, en cambio, se explican ya estos procesos pasados por el tamiz de la simplificación, despojándolos de sus tecnicismos propios y otorgándoles un marco de referencia que incluso al científico especializado, no le importa. Él estudia las reacciones termonucleares de una estrella en Orión, la divulgación comparará estas reacciones con procesos cotidianos como los de un reactor (en ejemplo menos feliz será una bomba de hidrógeno), las temperaturas de una estrella con una hornalla de cocina y verá cuantas lunas tiene Saturno cuando el astrónomo en su mayoría no sabe donde ubicar las constelaciones. Parecen dos ciencias diferentes, lo importante es que se retroalimentan.

Esto nos enfrenta a otro problema, quien estudia ciencia sabe lo que quiere, y si no lo tiene en claro, no está en el lugar apropiado. Pero, ¿qué quiere el que busca ciencia divulgada? No siempre lo mismo. Actualmente tengo un grupo de alumnos cercanos a cien personas todos los sábados y sus intereses son diversos: algunos se toman muy en serio la actividad, compran libros, toman apuntes, preguntan permanentemente (a veces más de lo que quisiera) y utilizan un método de aprendizaje metódico. Otros, buscan distracción, salir de sus problemas cotidianos enfrentándose a un tema que les gusta y que nada tiene que ver con sus actividades de la semana, un tercer grupo busca compañía, buscan el grupo, a la gente con quien compartir intereses comunes, es un objetivo más social. Todos son válidos.

También sus conocimientos previos son diferentes. Desde la maestra al neurocirujano y desde el ingeniero hasta la maestra pasando por el chico de ocho años y la señora de ochenta y tantos todos tienen vidas distintas, experiencias distintas y exposiciones casuales o formales a la ciencia diferentes. ¿Cómo organizar entonces una charla o una exposición? No todo está perdido, el conferencista en este caso será alguien con la suficiente cintura para amoldarse al momento, bajar o subir el nivel según las caras en su auditorio, responder según las dudas y avanzar al ritmo de los receptores. Dará una información suculenta para que aquellos informados sobre el tema se vayan con más pero explicará cada concepto desde sus fundamentos para que sean entendidos por todos. Aquí la cosa es sencilla, yo veo a mi receptor pero muy distinto será en el periodismo científico.

En el periodismo científico se le habla al “público” no poniéndose de acuerdo los autores de quién realmente se trata. Empleamos términos como “lector profano”, “hombre de la calle”, “persona común”, “conocedor medio”, “público en general” o lo más ambiguo todavía: “receptor tipo”. Jacobi y Schelle (1988) no están de acuerdo con estas clasificaciones y exigen más estudio del tema a fin de optimizar la labor desde el lado del productor del mensaje.

COMUNICACIÓN CIENÍFICA PÚBLICA (CCP)

Es un concepto introducido por Fayard en 1988. No se trata de una forma elegante de denominar al periodismo científico sino que es algo mucho más amplio que el periodismo científico. Es según Fayard un gran número de actividades que van desde las técnicas publicitarias al espectáculo y las relaciones públicas, pasando por la divulgación tradicional, el periodismo, las exposiciones, los clubes de ciencia en los colegios e incluso la manipulación de la opinión pública respecto a los temas científicos y tecnológicos.

La CCP está basada en los efectos sociales del progreso científico. Como repetiremos en este trabajo, hoy más que en cualquier otra época, nuestra vida se ve transformada a un ritmo incompresible por los estudios científicos y los avances tecnológicos que estos generan.

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