Por: Fernando J. Ruiz
Profesor de Periodismo y Democracia, y de Historia de la Comunicación, de la Universidad Austral (Argentina).
La transparencia es un valor democrático básico. Un gobierno autoritario oculta todo de sí y quiere saber todo de la sociedad. Fíjense Cuba. El expediente acumulativo que tiene el gobierno de cada ciudadano, desde que ingresa a la escuela, su trabajo, su familia, sus amigos, su vida privada, hasta que se muere. En cambio, un gobierno democrático es un gobierno que dice todo de sí y solo quiere saber sobre el ciudadano lo que necesita saber para servirle mejor.
De algún modo, la policía es en las dictaduras lo que el periodismo es en las democracias: el instrumento informativo esencial del sistema para poder realizar sus objetivos. Mientras la policía en las dictaduras les dice todo sobre los ciudadanos a los gobernantes, los periodistas en las democracias les deben decir todo sobre los gobernantes a los ciudadanos.
Pero si bien la transparencia y la libertad de prensa son valores básicos democráticos, también son valores instrumentales para obtener otros valores, como el buen gobierno.
Sin embargo, en los actuales estados latinoamericanos la opacidad todavía es muy considerable. Una reciente investigación sobre transparencia presupuestaria en diez países de la región, realizada en El Salvador por Probidad, demuestra, por ejemplo, que ningún Estado tiene un sistema de rendición de cuentas eficaz para controlar cómo se ejecutó realmente el presupuesto público anual. En varios países se están debatiendo leyes de acceso a la información y existen enormes resistencias políticas, sin entender que la transparencia no es una exigencia corporativa de los periodistas, sino una condición para el buen gobierno democrático.
Ha habido grandes debates sobre esta cuestión en Argentina, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Panamá o Ecuador, pero todavía no se han dado los pasos necesarios para hacer efectiva la transparencia necesaria para un Estado democrático. En Costa Rica, Colombia y México sí ha habido avances considerables en esta cuestión. En Bolivia, Paraguay y Venezuela el tema no tiene mayor presencia política.
El periodismo puede ser un aliado para mejorar la política social
La separación entre la política y lo social está en el núcleo del descrédito que sufre la política en América Latina. La política encuentra su sentido en la medida en que hunde sus raíces en los problemas más candentes de la gente, y la pobreza, la falta de salud, empleo o vivienda, son problemas principales que no han podido ser revertidos. Los buenos y los malos gobiernos afectan vidas, no son entes abstractos que nada tiene que ver con lo que la gente común hace todos los días. Los buenos gobiernos distribuyen más oportunidades de ampliar las libertades de los ciudadanos y los malos gobiernos les privan o reducen las oportunidades y opciones de vida de los ciudadanos.
Si los periodistas reducen a la política a un ping pong de declaraciones de políticos pierden todos, pues los políticos seguirán desacreditados y seguramente los periodistas seguirán perdiendo audiencia. Si la política no encuentra a lo social en algún punto del futuro, podríamos estar ante la "muerte lenta" de las democracias latinoamericanas (O'Donnell).
Voy a proponerles algunas razones por las cuales creo que el periodismo puede convertirse en un aliado para construir una mejor política social:
La primera razón es que todo gobierno latinoamericano debe ser reformista y todo reformador necesita especial apoyo para llevar a cabo su labor. El secreto suele ser un arma de la burocracia para anular o tergiversar las políticas públicas presidenciales. El secreto es un mecanismo para dividir al Estado en feudos. Un dirigente castrista muy importante en los primeros noventa, que hoy está en el ostracismo, Carlos Aldana, dijo una vez que en Cuba "la información es la única forma de propiedad feudal que ha sobrevivido al socialismo". Gorbachov tenía pensado hacer solamente la reforma económica cuando asumió en la Unión Soviética, pero enseguida percibió que tenía que doblarle el brazo a los 100 ministerios federados y a los 800 ministerios de todas las repúblicas soviéticas. Entonces lanzó la Glasnost, y en el corazón de la glasnost estaba la renovación de la profesión periodística que se convirtió en una aliada de Gorbachov. "La fuerza de la burocracia está en el secretismo, dijo Gorbachov, y siguió diciendo: "Para vencer esa fuerza, revelar la verdad a la gente y despejar con ello el camino a una acción política consciente, es necesaria la transparencia en la información".
La segunda razón es que los periodistas ciudadanizan a los sectores sociales al darles voz, y facilitan al gobierno la satisfacción de sus demandas. El caso más notable que conozco tiene que ver con un hallazgo del economista indio, Amartya Sen: en las democracias nunca hubo hambrunas generalizadas, como sí las hubo bajo regímenes autoritarios. China ha sufrido la mayor hambruna de la historia cuando murieron de hambre treinta millones de personas, entre 1958 y 1961 tras el fracaso del Gran Salto Adelante, mientras que India no ha sufrido ninguna desde que se independizó en 1947 (Sen).
La existencia de debate público y prensa libre es señalada por Sen como una de las razones fundamentales para que no hubiera hambrunas en la India democrática. Otro ejemplo interesante de cómo el periodismo influye en la política social es un estudio que se realizó sobre el New Deal de Roosevelt, entre los años 1933 y 1935, donde se revela que la ayuda pública fue en mayor medida a aquellas zonas rurales que tenían radio con respecto a las que no tenían (Stromberg). Un estudio similar sobre la introducción de la televisión en la sociedad norteamericana sugiere que la tv le dio a los afroamericanos y a los más pobres de las ciudades un mayor poder para obtener fondos del presupuesto público (Stromberg).
Otro estudio realizado sobre India revela que las provincias que tienen mayor circulación de prensa gráfica obtienen mayor proporción de fondos públicos en ayuda social (Besely y Burgess). También es posible que la prensa libre de Hong Kong haya sido crucial para que las autoridades chinas asumieran la existencia de la epidemia de SARS.
Estos casos también podrían sugerir que el periodismo contribuye a formar mejores ciudadanos, y donde hay mejores ciudadanos hay menos pobres. Desde este punto de vista, el periodismo también hace política social.
Una tercera razón por la cual el buen periodismo es una condición para el buen gobierno es que el periodismo puede convertirse en el tablero de control de la política social, monitoreandola 24 por día, 7 días a la semana, 365 días al año. ¿Qué otro mecanismo tiene el presidente a su disposición para monitorear la política social con tanta persistencia?
No hay política social eficaz sin control. Los periodistas cumplen aquí un rol que debería ser más valorado. A veces en América Latina se identifica demasiado a los presidentes con los aparatos estatales que presiden, pero sin embargo a un presidente no le puede alcanzar un mandato para colonizar ese aparato estatal, que funciona con una lógica propia, muchas veces por fuera de la voluntad presidencial. De hecho, uno de los mandatos implícitos que reciben los nuevos presidentes en América Latina es domar al Estado, ocuparlo efectivamente, y ponerlo al servicio de los ciudadanos.
Aquí hay un matiz interesante que tiene que ver con el ejemplo que di recién sobre la falta de hambrunas en India. En India no hay hambrunas, pero si un analfabetismo crónico (más que en China) y una persistente desnutrición. La explicación que se da a esto es que el periodismo se ocupa más de las cuestiones sociales excepcionales, como puede ser el peligro de una hambruna, pero no tanto de los dramas cotidianos y rutinarios, que requieren políticas de largo plazo, como puede ser el analfabetismo y la desnutrición en India (Stromberg/Sen).
Hay cierta censura estructural hacia los temas sociales. Es una censura que no está basada en presiones externas, sino en presiones profesionales. Ocurre que las políticas sociales suelen estar asociadas con la propaganda y las buenas noticias. Los periodistas tienden a desechar trabajar con este tipo de temas, incluyo los buenos periodistas. Prefieren buscar ejemplos dramáticos de exclusión social. La política social es más probable que se convierta en noticia cuando falla. ¿A cuantos de ustedes les ocurrió que las conferencias de prensa organizadas para presentar propuestas sociales solían ser tituladas al día siguiente con cualquier otro tema, en especial una puja partidista, o alguna respuesta a la declaración de otro político, y se perdía el motivo original de la convocatoria? Si ustedes mismos leen un artículo en el cual un rival de ustedes tienen media página de un diario para presentar sus propuestas de política social, ustedes inmediatamente es posible que piensen que hay algún tipo de relación especial entre ese medio y ese político o funcionario. En campaña, cuando la política social es aún una propuesta electoral, la censura estructural del periodismo es más visible.
Una cuarta razón es que una política pública debatida, difundida ampliamente, consensuada en el debate público, ofrece al gobierno mayor capacidad política de corrección y de rectificación si esa política no resulta finalmente acertada.
La quinta y última razón es que no puede haber una buena política social, si no hay buena información. Y si no hay buena información si no hay transparencia, y si los periodistas no aprovechan a fondo la libertad de prensa. El secreto es un pésimo aliado para formular política social, dice el economista Joseph Stiglitz. La persona más controlada en una democracia es el presidente. La prensa todos los días revela sus actividades, sus reuniones, sus opiniones públicas, y muchos de los que comparten en con él sus momentos privados suelen estar presionados o voluntariamente están dispuestos a revelar confidencialmente cada palabra y acto privado del presidente.
Un poco más temprano o un poco más tarde, se termina sabiendo casi todo sobre los presidentes. Pero a medida que se desciende en la escala jerárquica del Estado el control público se va diluyendo. La oleada de leyes de transparencia y derecho a la información que están ingresando en los sistemas legales de América Latina intenta que todos los funcionarios tengan un nivel de control similar al que ya tienen los presidentes. El principal interesado en esto debería ser el mismo presidente, al fin y al cabo suelen ser los responsables políticos últimos de lo que ocurre en el Estado durante su mandato. También a la oposición le conviene promover la transparencia del Estado y la labor periodística. ¿Cómo se puede hacer, mientras se está en la oposición, un plan de gobierno sin buena información sobre el Estado? ¿Cuántas veces ocurre que un nuevo gobierno se entera recién cuando asume de la real situación de las finanzas públicas? Tener la mejor información antes de llegar al poder, haría que su gobierno tuviera más posibilidades de ser eficaz.
Un ejemplo de alianza exitosa
Hay varios ejemplos históricos de alianza exitosa entre los buenos políticos y los buenos periodistas.En la historia del periodismo en los Estados Unidos hay un ejemplo revelador de cómo una buena alianza entre la prensa y la política es capaz de transformar la realidad. Lo que se llamó en los primeros doce años del siglo veinte en Estados Unidos el movimiento reformista estuvo impulsado por investigaciones periodísticas que prepararon el terreno para realizar mejoras políticas y sociales de envergadura histórica. En esos años se sancionó la ley antimonopolio, se limitaron los abusos de las organizaciones sindicales, se legisló sobre el trabajo infantil, se permitió la elección directa de los senadores federales, se reguló la calidad de la comida y de los medicamentos. Todo eso se pudo hacer gracias a una prensa que, mediante profundas investigaciones, despertó del letargo moral a amplios sectores sociales que estuvieron dispuestos a apoyar a los políticos reformistas (Streitmatter).
En los últimos años se han caído varios gobiernos democráticos, y esto ha difundido la preocupación sobre la estabilidad democrática. Podríamos dar una fórmula de cómo los gobiernos se pueden volver duraderos. La fórmula es simple: en la política democrática, el material más resistente es el cristal.
Fuente
Página web de Probidad
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