La mentira como arma política
ANTONIO CAMPILLO/
ANTONIO CAMPILLO/
La mentira como arma política tiene una larga historia, desde las antiguas tiranías hasta los modernos Estados totalitarios. En ambos casos, no solo se mata al mensajero, se reprime a las personas y grupos disidentes y se impide por todos los medios que la gente opine y actúe libremente, sino que al mismo tiempo se la manipula con campañas sistemáticas de tergiversación de la realidad. Como dice Hannah Arendt, el terror totalitario se funda en la policía secreta y en los órganos de propaganda.
Por eso, añade Arendt, cuando un gobierno democrático comienza a abusar de los servicios secretos y a convertir la información en propaganda, como ocurrió en Estados Unidos durante la guerra de Vietnam, solo caben dos posibilidades: o la democracia degenera en despotismo o se regenera a sí misma y cambia de gobierno. En las sociedades democráticas, los gobiernos también pueden recurrir a la coacción y la mentira, pero si la democracia es el menos malo de los regímenes políticos, lo es precisamente porque dispone de múltiples recursos para desenmascarar y castigar a ese tipo de gobiernos corruptos: los controles parlamentarios, las elecciones periódicas, los tribunales de justicia, los medios de comunicación plurales, la investigación científica independiente y la libre expresión de las personas y organizaciones ciudadanas.
Mencionaré tres ejemplos recientes. En primer lugar, el gobierno de Bush en Estados Unidos. Si el mundo es hoy más inseguro, injusto e insostenible que hace diez años, no lo es por el 11-S, sino por las mentiras que Bush urdió a partir de ese atentado. Por un lado, las mentiras sobre el régimen tiránico de Sadam Husein (posesión de armas de destrucción masiva y conexión con la red terrorista de Ben Laden), utilizadas para justificar la invasión de Irak y otras muchas transgresiones del Derecho Internacional (Guantánamo, Abu Grahib, los vuelos y detenciones secretas de la CIA, etc.), con las que Bush ha incentivado la carrera nuclear y el terrorismo de Al Qaeda; y que también ha utilizado para coaccionar y fustigar como antipatriotas a todos los estadounidenses opuestos a su política. Por otro lado, las mentiras relacionadas con el cambio climático (la negación misma de que lo hubiera o de que se debiera a causas humanas), utilizadas para no firmar el Protocolo de Kioto y eludir así la responsabilidad de Estados Unidos ante el mundo (ya que este país emite la cuarta parte de todos los gases contaminantes). Ambas mentiras están estrechamente relacionadas: Bush ha gobernado al servicio de las grandes compañías petroleras y su objetivo prioritario ha sido adueñarse de las reservas de Oriente Próximo para mantener el control hegemónico de la economía mundial. Aunque hayan tardado, los estadounidenses han acabado dándose cuenta de todas estas mentiras y han castigado al Partido Republicano en las últimas elecciones legislativas.
El segundo ejemplo está conectado con el anterior: el gobierno de Aznar en España. Si nuestro país es hoy más inseguro, injusto e insostenible, lo es ante todo por las mentiras de Aznar. Por un lado, las mentiras relacionadas con Irak, que le llevaron a despreciar la opinión mayoritaria de los españoles, apoyar servilmente a Bush y mentir en el 11-M sobre los autores reales del atentado, un triple error que el PP acabó pagando en las elecciones del 14-M; pero sus sucesores políticos y su coro mediático no han escarmentado y siguen urdiendo toda clase de mentiras sobre el 11-M y sus secuelas (la teoría de la conspiración, la deslegitimación del proceso judicial en curso contra los autores reales, la acusación a Zapatero de rendirse ante ETA, la minusvaloración del terrorismo de Al Qaeda y de sus víctimas, etc.). Por otro lado, las mentiras relacionadas con la política territorial, ambiental e hidrológica, que sirvieron para ocultar la estrecha alianza entre el gobierno del PP y las grandes empresas constructoras, y el expolio económico (sin precedentes en la historia de nuestra democracia) al que se han visto sometidas las rentas salariales (para poder acceder a una vivienda digna) y el patrimonio natural y cultural de todos los españoles: la Ley del Suelo de 1998, que abandonó la promoción pública de vivienda social como un deber constitucional y convirtió en urbanizable casi todo el territorio español, con el falaz argumento de que así se iba a abaratar el precio de la vivienda; el proyectado trasvase del Ebro, que supuestamente estaba destinado a garantizar la solidaridad de las autonomías españolas, pero que en realidad pretendía financiar con dinero español y europeo el gran negocio de la especulación inmobiliaria en el levante español; y, como colofón, la desactivación de la Fiscalía Anticorrupción, para impedir que pudiera investigar la evasión de capitales, el blanqueo de dinero, la corrupción política y la financiación ilegal de los partidos.
Y así llegamos al tercer ejemplo: el gobierno de Valcárcel en la Región de Murcia. Un gobierno que ha engañado a los agricultores y a todos los murcianos con la gran mentira del «agua para todos», tras la que se ha ocultado el crecimiento vertiginoso e insostenible de los nuevos regadíos, la multiplicación de los pozos ilegales, el expolio de los recursos hídricos y, sobre todo, su derivación fraudulenta hacia el negocio del ladrillo: las macrourbanizaciones y los campos de golf. En los doce años de gobierno de Valcárcel, hemos pasado de un crecimiento incontrolado del regadío a un crecimiento incontrolado del ladrillo. El suelo y el agua de esta Región han ido a parar a unas pocas manos, y los nuevos terratenientes y aguatenientes han conseguido que sus socios políticos, a cambio de una pequeña porción del pastel especulativo, conviertan las tierras cultivadas e incluso los espacios protegidos en solares urbanizables, mediante la Ley del Suelo de 2001 y la generalización de los convenios urbanísticos. Así es como llegamos a la trama de corrupción organizada que está degradando el funcionamiento de las instituciones públicas. El gobierno de Valcárcel se ha convertido en una simple marioneta al servicio del lobby del ladrillo. Incluso ha tenido la desfachatez de cederle el control de la nueva televisión autonómica. Mientras tanto, la Región de Murcia sigue estando en el furgón de cola de las comunidades españolas, en la mayor parte de indicadores de desarrollo humano: rentas salariales, precariedad laboral, bolsas de pobreza, integración de los inmigrantes, acceso a la vivienda, discriminación de la mujer, nivel educativo y cultural, servicios sanitarios y asistenciales, etc.
Ante esta situación, y dado que en un par de meses van a celebrarse elecciones municipales y autonómicas, la pregunta es obvia: si los estadounidenses han acabado castigando las mentiras de Bush y los españoles han hecho lo mismo con las mentiras de Aznar, ¿cuándo castigarán los murcianos las mentiras de Valcárcel?
Antonio Campillo es presidente del Foro Ciudadano.
1 comentario:
http://notancerca.blogspot.com/2007/03/missatge-als-de-mrcia-el-transvassament.html
Publicar un comentario